Los investigadores consultados, por ejemplo, agregan también la influencia de las mejoras en la detección precoz y del refinamiento de las técnicas diagnósticas.
César Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), apuntaba en una entrevista a EL PAÍS que estos fenómenos nunca se explican por una causa sola y, aparte del impacto del estilo de vida occidental, también “la detección a edades más tempranas a veces está relacionada con mejores técnicas de diagnóstico”.
Una mamografía digital actual, por ejemplo, tiene más precisión que las que se hacían hace 30 años, ejemplifica el oncólogo. “Cuando tú más refinas los métodos de diagnóstico y la capacidad de realizar estudios que te encuentren un tumor, probablemente los diagnostiques antes”, explica.
Andrea Wizner apenas tenía 30 años cuando le diagnosticaron un tumor de mama. A principios de 2020, se había notado en el pecho “una bolita del tamaño de un garbanzo”, cuenta, y lo consultó con sus médicos.
Estaba nerviosa y temerosa, pero la tranquilizaron: a su edad, un tumor era improbable; seguramente sería un “bulto de grasa”, le aseguraron. Pero la cara de su oncólogo cuando le dieron los resultados de las pruebas médicas truncó las buenas expectativas: “Ese garbanzo pasó a convertirse en un carcinoma ductal infiltrante. Y ahí empezó la carrera de fondo”, relata la joven, que ahora tiene 34 años.
Wizner se preguntaba por qué. Por qué ella. “No había tenido síntomas previos ni había pisado un hospital en mi vida. Soy deportista. Vivo en una isla [Ibiza] con aire puro… Me preguntaba cómo era posible”. Al otro lado del teléfono, la joven declara que sentía “miedo e incertidumbre”. No es fácil, concede hoy, afrontar un diagnóstico de cáncer a esa edad: “Si lo tienes a esas edades, llegas a pensar que algo has tenido que hacer mal. Pero yo sabía que no me lo había buscado de ninguna manera”, explica.
La comunidad científica todavía está intentando entender este fenómeno, desde su dimensión hasta las causas. No siempre se puede establecer una causalidad directa ante un cáncer, ni siquiera qué factores pueden estar implicados. Pero sí hay algunos puntos que los expertos ya tienen claros, como que el estilo de vida juega un papel determinante.
“Los cambios en la dieta, el estilo de vida y el medio ambiente desde principios del siglo XX, que han dado lugar a un aumento de las tasas de obesidad, inactividad física, dietas occidentalizadas y contaminación ambiental, pueden haber afectado la incidencia del cáncer de aparición temprana. Además, el alcohol, el tabaquismo y las exposiciones perjudiciales durante el embarazo también pueden haber afectado”, exponen los investigadores en el artículo de BMJ Oncology.
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