

Miles de beduinos árabes del desierto del Néguev, en el sur de Israel, viven bajo la amenaza de las demoliciones. Solo 11 de sus 47 aldeas están reconocidas oficialmente. El resto es considerado ilegal por el Gobierno israelí, cuya maquinaria de demolición pone en riesgo sus hogares y su futuro, sumándolos a una deuda impagable.
«Estamos perdiendo lo más básico y esencial: nuestro techo», comentó a EFE Jalil Al Amur, activista y abogado beduino, desde la aldea de Al Sira, donde mantiene un negocio turístico familiar.
El suelo arenoso, los bordados rojos y el aroma del café con cardamomo acompañan a los líderes tribales del norte del Néguev, todos hombres, que reciben a EFE en el salón de sus comunidades para relatar la amenaza que pesa sobre su modo de vida.
El camino hacia las aldeas
En el trayecto hacia las aldeas de Sira, Um Matnan, Al Sir y Bir Jadaj, en el norte del Néguev, el paisaje es desolador. En colinas y valles donde antes había casas beduinas, sólo quedan escombros y fragmentos de chapa. Las demoliciones han desmantelado numerosas aldeas.
Las autoridades impulsan el desalojo y la reubicación a municipios designados, medida que los beduinos rechazan, pues aseguran que forzar el traslado destruiría su arraigo territorial y su cultura.
«Te hacen firmar un acuerdo para estar bajo su administración, prometiendo casas de piedra en lugar de tiendas de lona. Firmas y, al final, no posees la tierra», explicó Salem Abu Asa, de Bir Jadaj.
Ismail Abu Hlel, de Um Matnan, insiste: «Queremos un espacio adecuado a la vida beduina. No puedes encerrarme en cuatro paredes; eso es una prisión. Necesito espacio para criar ovejas y camellos».
Vida entre escombros
El 8 de mayo de 2024 marcó el inicio de una pesadilla para Um Matnan, donde topadoras estatales destruyeron paneles solares, depósitos de agua y tuberías. Desde entonces, 240 residentes duermen entre restos, sin lugar a dónde ir, enfrentando además multas de unos 19.000 euros por cada demolición.
«Desmontamos nuestras casas antes de que lleguen los policías para no gastar dinero. Las llevamos en carros o tractores y las alejamos», contó uno de los afectados.
En Al Sir, un niño lloró tras cortarse con un trozo de latón entre los escombros. Hace dos semanas, ante la amenaza inminente de demolición, los residentes incendiaron sus propiedades en señal de protesta.
Ausencia de derechos
La comunidad beduina suma unos 305.000 habitantes (3,5% de la población israelí) con antigua conexión al desierto. Nati Yefet, del Consejo Regional para las Aldeas no Reconocidas del Néguev (RCUV), denunció que el 96,3% de las tierras agrícolas del norte del Néguev están destinadas a la población judía, que representa solo un tercio de esa agricultura, mientras que el 3,7% corresponde a los beduinos, que constituyen dos tercios.
Aunque la mayoría de esta población tiene ciudadanía israelí y algunos sirven en el Ejército, denuncian un sistema racista y discriminatorio en aumento.
«Sirves en el ejército y al mismo tiempo destruyen tu casa. Te ordenan desalojar, te golpean, dispersan a tu familia. Nunca sentí que era ciudadano de este Estado», afirmó Salem Abu Asa.
Para él, la vida moderna a la que los quieren llevar no es una opción. «Me hago cargo de mí mismo en el desierto. No necesito ayuda, solo que me dejen vivir según mi forma y cultura», finalizó con firmeza.
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