Las hermanas Viviana y Andrea Pérez, en el restaurante chino venezolano La Mansión de Chowfan, en Villa de Vallecas (Madrid). Foto: Samuel Sánchez )El País)

En una esquina del barrio madrileño de Moncloa, un cartel negro con letras doradas anuncia ‘La Mansión del Chowfan’.

A primera vista parece un restaurante chino más, pero el aroma que sale de la cocina cuenta otra historia: la del mestizaje entre dos migraciones que se cruzaron en Venezuela y actualmente se encuentran en España.

Si al joven Robert González Chang le hubiesen dicho que algún día abriría dos restaurantes en Madrid, no lo habría creído, sobre todo cuando trabajaba en una fábrica de envases y echaba una mano en los locales de comida china de su tío en Venezuela.

Pero ese arroz frito callejero que vendía en una camioneta de comidas en la popular ‘calle del hambre’ de Caracas acabó cruzando el Atlántico con él.

Hoy, con su esposa Andrea Pérez, dirige dos locales en Madrid de igual nombre que mezclan el sabor cantonés heredado de sus abuelos con ingredientes criollos y sazón venezolano. Una fusión que, más que tendencia, es memoria viva.

El legado chino en Venezuela

Según Jesús Camejo, investigador del Centro Nacional de Estudios Históricos de Venezuela, ese país ha llegado a ser el hogar de casi 400.000 personas de origen chino debido a varias olas migratorias ocurridas entre los siglos XIX y XX, la mayoría procedentes de Enping, en la zona de Cantón.

Así, Venezuela tiene una de las mayores concentraciones de población china de América Latina, aunque no lo parezca.

A mediados del siglo XIX, la mayoría de los países de América del Sur ya recibían grandes cantidades de trabajadores chinos, pero no fue hasta la segunda década del siglo XX cuando el flujo migratorio se hizo más numeroso debido a la explotación del petróleo.

Chang nació en un hogar de raíces chinas, pero se crio entre arepas, salsa de soja y novelas de Radio Caracas Televisión (RCTV). Ahora, su clientela, en gran parte venezolana, no acude solo a sus restaurantes por la comida, sino también por un recuerdo.

Platos como el arroz frito con jamón, las lumpias dulzonas (rollitos de primavera, pero más grandes y cargados de verduras y proteínas), el chop suey o la costilla agridulce forman la carta.

«El arroz es el plato estrella. Siempre nos preguntan qué tiene de diferente. Y es el sabor: es al estilo de uno, más proteína, otro color y otra sazón», explica su esposa, Andrea Pérez.

Pero el público va más allá de la comunidad venezolana: «Vienen colombianos, dominicanos, ecuatorianos… Incluso filipinos, que dicen que les recuerda a la comida de su país», añade.

Y agrega, entre risas, que «hasta los mismos chinos» van al restaurante «por curiosidad» de saber «cómo es el arroz chino venezolano o el arroz chino cantonés».

Más allá de Madrid

La cocina cantonesa, que según Chang y Pérez es «menos picante y más sabrosa» que la mandarina, fue la que llegó a buena parte de América Latina.

Hoy, ese legado sobrevive en la capital de España en locales como los dos de Chang y Pérez, que replican con orgullo recetas mestizas que marcaron generaciones en Venezuela.

El primer local abrió en Vallecas en 2020, y ahora trabajan también en Moncloa.

«Siempre nos escriben de Barcelona, de Valencia, Galicia, Tenerife…», según los propietarios. Y es para pedirles que abran restaurantes en otras ciudades españolas.

Y aunque no descartan expandirse, lo hacen paso a paso, sin olvidar el esfuerzo que supuso comenzar: «Al principio no es fácil», reconocen, destacando la importancia de la constancia, organización y responsabilidad.

«Cuando te gusta lo que haces, las cosas se dan bien», asegura Pérez, y añade: «A él (Robert, su esposo) le gusta cocinar, y lo hace con amor», concluye.

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