Buenos Aires, Argentina. Diego Armando Maradona fue velado el jueves en la Casa Rosada como el jefe de Estado «no escrito» que fue, delante de un pueblo masivo que acompañó durante décadas su lucha por la clase obrera y su discurso antiimperialista que lo situó tan en contra de unos poderes como al lado de otros.
Durante su vida, mostró en repetidas ocasiones su amistad con líderes como la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, que dispuso de un emotivo momento a solas con el féretro del Diego, así como con el dictador cubano Fidel Castro, el expresidente venezolano Hugo Chávez y con su sucesor, Nicolás Maduro, quien lloró su pérdida, lo calificó de «hermano» y le agradeció su «defensa» de la revolución bolivariana.
UN LÍDER POPULAR
Maradona fue un «Che» Guevara deportivo que, de hecho, tenía al «Che» original tatuado en el brazo derecho.
En muchas de las banderas que el jueves coparon la Plaza de Mayo en Buenos Aires, la efigie del «Pelusa» aparecía de una manera muy similar a la de la icónica imagen del guerrillero argentinocubano.
«A los políticos les saco una ventaja. Ellos son públicos, yo soy popular», dijo en una ocasión Maradona, quien en su velatorio fue, según los titulares de varios medios argentinos, el pueblo.
Por más atormentada que fuese su vida personal, si Maradona hablaba de política, sus pensamientos se atendían.
Una de sus contribuciones a la política latinoamericana se produjo en 2005, cuando junto a presidentes del continente abanderó el rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
Maradona viajó en tren junto a otros militantes antiglobalización a la ciudad argentina de Mar del Plata, donde se celebraba una cumbre en la que estaban de un lado líderes como el entonces presidente estadounidense George W. Bush, impulsor del ALCA, y del otro el venezolano Hugo Chávez, el brasileño Luis Inácio ‘Lula’ da Silva y el argentino Néstor Kirchner.
En una especie de contracumbre, los opositores al ALCA congregaron a cerca de 40.000 personas que gritaron «Alca, Alca, al carajo» mientras Chávez y Maradona compartieron ovaciones, con el exfutbolista interviniendo en el escenario.
«Argentina es digna: echemos a Bush», apuntó en Mar del Plata el campeón del mundo en 1986.
Diego estaba en un entorno para brillar, porque esa arenga política contra el ALCA tuvo lugar justamente en un estadio de fútbol.
Pocos años después, calificó al propio Bush de «asesino».
UNA INFANCIA DE POBREZA QUE LO MARCÓ
«Yo soy zurdo del todo, de izquierda del todo: de pie, de fe y de cerebro», recalcó en otra de sus citas célebres Maradona.
Él, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, había salido de Villa Fiorito, un barrio humilde de los alrededores de Buenos Aires.
«Yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires. Privado de luz, de agua, de teléfono», explicó sobre sus orígenes.
Esas circunstancias lo marcaron para lo que le llegó después, cuando estuvo rodeado del dinero y el poder otorgado por el estrellato.
«Cuando entré al Vaticano y vi todo ese oro me convertí en una bola de fuego, y después he escuchado al papa decir que la Iglesia se preocupaba por los niños pobres. Entonces, ¡vendé el techo o hacé algo!», aseveró después de salir del Vaticano en 1985, cuando se reunió con Juan Pablo II.
En su lucha por los derechos de los trabajadores incluyó a su propio rubro: en 1995 anunció la creación de un sindicato internacional de futbolistas profesionales que él mismo iba a presidir.
«Si no hay acuerdo, la pelota la jugaremos nosotros, no ellos», sostuvo en aquella ocasión en París, cuando cargó contra el poder de la FIFA, presidida entonces por un Joao Havelange que se enojó por la situación.
Al final, el sindicato no salió adelante.
APUNTAN A LA UTILIZACIÓN DEL ÚLTIMO MARADONA
Algunas personas que se encuentran en la vereda política contraria han expresado tras su muerte que, en los últimos tiempos, la figura de Maradona fue utilizada por algunos dirigentes políticos de la izquierda latinoamericana.
«Hablo del Diego de los Pueblos, del Diego leal a sus orígenes, del Diego de los niños, del Diego que vivirá en nosotras y en nosotros para siempre; el dijo de Fidel, el hermano de Hugo y Evo, mi hermano», escribió Maduro este miércoles, quien firmó su carta de despedida con un «hasta la victoria, siempre».
Además, el dirigente chavista indicó que Maradona «no ocultaba su infinito amor por Venezuela» y que «fue un defensor irreductible de la Revolución Bolivariana».
Maduro, a cuyo Gobierno la ONU denunció este octubre por violaciones de los derechos humanos y con un liderazgo cuestionado por multitud de países del mundo, definió a Maradona como «orgulloso chavista, rebelde, irreverente».
Era frecuente ver a Maradona dirigir a su último equipo, Gimnasia y Esgrima La Plata, del cual era técnico al momento de su muerte, con gorras con la bandera tricolor de Venezuela, nación que atraviesa una profunda crisis humanitaria con cerca de cinco millones de desplazados y la mayor parte de su población en pobreza extrema.
En otro país caribeño, Cuba, Maradona vivió entre 2000 y 2004: allí se desintoxicó de las drogas y compartió multitud de puros y charlas de política y deporte con Fidel Castro.
A Castro también se lo tatuó, pero en la pierna.
POLÉMICA EN ARGENTINA Y UN MENSAJE FINAL CONTRA MACRI
El senador argentino Martín Lousteau, exministro de Economía de Cristina Fernández pero miembro de la opositora Unión Cívica Radical, opinó este jueves que hubo un «intento de sacar rédito político» del velatorio de Maradona por parte del Gobierno de Alberto Fernández.
Y Patricia Bullrich, exministra de Seguridad del Gobierno de Mauricio Macri, dijo que desde el Ejecutivo «quisieron apropiarse de un símbolo».
Precisamente contra el Gobierno de Macri, que finalizó hace un año en medio de una gran crisis económica, fue una de las últimas pinceladas políticas del Diez, apenas un mes antes de morir.
Después de que Macri destacara en una entrevista que él, en su tiempo como presidente del Boca Juniors, fue quien se atrevió a sacar «a Diego Maradona de Boca», el «Pibe de América» -así lo llamó Maduro- le contestó por Instagram.
«A vos, Mauricio, te digo que a mí no me echaste de ningún lado (…). Esa fue una decisión mía, y no le hice mal a nadie. Pero por más bombas de humo que tires, vos sabés que tus decisiones le cagaron la vida a los próximas dos generaciones de argentinos», sentenció ya en un estado físico deteriorado pero aún con la potencia verbal que lo caracterizó siempre.
EFE noticias
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