Países Bajos.- Las nuevas generaciones de artistas tratan de depender cada vez menos de la financiación del sector privado, visto como un lastre por su participación en polémicos proyectos, y buscan donaciones «más morales» explicó Anders Petterson, autor del informe del arte TEFAF 2020.
El auge de los movimientos sociales y el poder de las redes sociales está «remodelando el panorama de financiación privada» de las artes y está «redefiniendo» lo que es éticamente aceptable cuando se trata de filantropía corporativa, según el informe «Patrocinio del Arte en el siglo XXI», presentado este viernes en Maastricht, donde mañana sábado abre al público en general la feria internacional del arte TEFAF.
La opinión de la sociedad sobre lo que es éticamente aceptable está en constante evolución, concluye este estudio, y esto hace que las instituciones de arte se enfrenten cada vez más a la financiación que conlleva un alto riesgo de reputación, asociada con las donaciones que reciben, y que no dejan de ser necesarias por la situación financiera cada vez más difícil para el sector cultural y artístico.
En una encuesta reciente de ArtTactic, institución fundada por Petterson, el 65% de los menores de 35 años considera que las organizaciones artísticas «tienen el deber de evaluar las donaciones monetarias para garantizar que la fuente de donación sea éticamente sólida», y el 96% dijo que su criterio más importante para apoyar una institución artística es que sea «honesta y ética».
Importantes museos de todo el mundo, entre ellos el Guggenheim de Nueva York y el Tate de Londres, anunciaron públicamente el año pasado que ya no aceptarán más donativos de la familia Sackler, dueña de la farmacéutica Purdue, considerada uno de los impulsores de la intensificación de opiáceos que afecta a EEUU.
El clan Sackler no fue el primero. Otros promotores de las artes y las organizaciones a las que han apoyado se han visto afectados por el movimiento social en torno a la emergencia climática y los combustibles fósiles. La compañía de energía BP finalizó su patrocinio de 26 años de historia de las Galerías de Arte Tate en 2017.
A finales de 2019, Scottish National Portrait Gallery también canceló una exposición patrocinada por BP, y el Museo Británico anunció este enero que la empresa ya no estará detrás de su exposición «Arctic: cultura y clima», una decisión que justificó en las crecientes críticas recibidas por sus vínculos con las actividades de esta compañía.
El Museo Van Gogh de Ámsterdam también dejó de colaborar con la petrolera Shell en 2018, poniendo fin a una asociación de casi dos décadas, por las críticas de los activistas climáticos, aunque una protesta similar no llevó al Louvre a frenar su asociación con la petrolera francesa Total, colaboración renovada en 2019 con normalidad.
Gran parte de este cambio ha sido impulsado por los propios artistas y también por activistas que piden a las instituciones culturales que abandonen lo que llaman «dinero sucio», una demanda surgida de movimientos sociales que usan la presión social para obligar a universidades, bancos y gobiernos locales a cortar sus lazos con las compañías petroleras.
Las generaciones más jóvenes se sienten atraídas por trabajar como voluntarios para patrocinar el arte, ofreciendo su tiempo y experiencia a iniciativas sin ánimo de lucro y a los propios artistas.
«También vemos una generación que quiere estar involucrada o tener un impacto en la carrera de un artista, apoyándole de diferentes maneras. Y así cambia también el ecosistema: el mundo necesita más diversidad, diferentes instituciones, no puede depender de 4 o 5 galerías», subraya Petterson.
Estas iniciativas, dice, permiten «equilibrar el mercado» y ayudar a otros a sobrevivir en un panorama en el que hay precios muy altos, pero también en regiones como Oriente Medio o África, donde la pobreza y los conflictos hacen que el arte no sea una prioridad pero sí «una forma de expresión para sobrevivir a la situación».
Según la encuesta, el 73% de los «millenials» apoyan el arte porque «los hace sentir conectados con otros y construye su red social», un porcentaje que se reduce al 62% entre la «Generación X». Poco más de la mitad (54%) de los «baby boomers» ven la conectividad o la creación de redes como una parte importante del apoyo a las artes.
La investigación concluye que «no existe una solución perfecta» para la financiación del arte y subraya que cada institución artística debe «adaptar su estrategia» de financiación, en un mundo donde la opinión pública cambia rápidamente, y la transparencia y apertura son «clave» para la aceptación y apoyo social.
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