Caracas. La Justicia venezolana ha configurado en la última semana un escenario de ventaja superlativa para el Gobierno de Nicolás Maduro que, en las elecciones parlamentarias que están a la vista, contará con un árbitro afín y dóciles contrincantes.
Los dos partidos opositores más fuertes -Acción Democrática (AD) y Primero Justicia (PJ)- recibieron una estocada entre este lunes y martes cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) designó nuevas directivas para estas formaciones, ahora lideradas por unos disidentes más cercanos al chavismo gobernante.
A continuación, las cinco claves del arrinconamiento judicial que ha sufrido la oposición antes de las elecciones a la Asamblea Nacional:
1- DOS PARTIDOS, UNA MISMA SENTENCIA
AD, una de las formaciones con más solera de Venezuela, y PJ, en la que milita el dos veces candidato presidencial Henrique Capriles, recibieron un soberano mazazo: sus juntas directivas fueron apartadas de su cargo por decisión del TSJ.
Eso significa que ahora las siglas y el control del partido queda, por decisión judicial, en manos de dos exmilitantes que fueron expulsados de sus partidos: Bernabé Gutiérrez liderará AD y José Brito encabezará PJ.
Ambos no solamente han sido expulsados de sus formaciones, sino que además han sido acusados de ser sobornados por el oficialismo para ponerse a su servicio y, quizá por casualidad, rápidamente pasaron del discurso radical con el que clamaban la necesidad de poner fin al chavismo a hacer un tímido llamado a la reconciliación nacional con duras críticas a la oposición.
Por si fuera poco, el TSJ prohibió cualquier acción en su contra y reservó solo a ellos el uso de la tarjeta electoral y todos los emblemas o colores de estos partidos.
Eso quiere decir que en las próximas elecciones, los votantes acudirán a las urnas y verán siglas, colores y logos a los que han votado durante décadas pero, quizá, no sepan que han sido cooptados por dos exmilitantes a los que el resto de activistas acusan de haber robado los partidos.
2- AD, UNA SIGLAS CON MUCHA HISTORIA
AD no son solo unas siglas, unos colores y un eslogan -«Pan, Tierra, Trabajo»-, AD es toda una institución de la política venezolana, uno de los antiguos ejes del bipartidismo y escuela política de buena parte de los líderes que hoy levantan la voz en el país caribeño.
La capacidad de organización de este partido nacido en 1941, y que lideró durante años el icónico y dos veces presidente Carlos Andrés Pérez, se refleja no solo en Caracas sino en buena parte de las regiones más recónditas e incomunicadas de Venezuela.
Ser parte de AD, es decir, ser «adeco», es para muchos venezolanos de cierta edad y numerosos jóvenes un emblema, un símbolo de identidad familiar y una herencia de lucha, pues fueron perseguidos con especial crueldad durante la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez.
Además, son el referente de la Internacional Socialista en Venezuela y uno de sus vicepresidentes es Henry Ramos Allup, líder de AD.
3- UN PROBLEMA DE VIEJA DATA
Otros partidos sufrieron el mismo linchamiento judicial como Patria Para Todos (PPT) y Podemos, dos formaciones que apoyaron la llamada revolución bolivariana en la primera década y decidieron luego hacer oposición.
Esa meta de ir en contra del Gobierno no la pudieron conseguir, pues el TSJ, una vez más, se aseguró de que los símbolos electorales de estos partidos siguieran en manos de simpatizantes del chavismo.
También están los casos de Bandera Roja, MIN-Unidad y el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), pequeñas organizaciones que terminaron, sentencia mediante, lideradas por políticos menos incómodos para el oficialismo.
4- UN G4-3
No se puede entender la organización política de la ciudadanía venezolana contraria al Gobierno sin la coalición denominada G-4, compuesta por los cuatro grandes partidos detractores del chavismo: AD, Voluntad Popular (VP), PJ y los también socialdemócratas Un Nuevo Tiempo (UNT).
Ahora, con la anulación de AD y PJ, más la previsible sentencia contra VP -de Leopoldo López y Juan Guaidó-, el grupo queda de facto desarticulado y la oposición se enfrenta a un gran desafío, la búsqueda de una nueva forma de organizarse sin contar con el músculo que suponen los partidos, tanto dentro de Venezuela como de cara al mundo.
5- FIN DEL BIPARTIDISMO
El bipartidismo, que se turnó en el poder entre 1958 y 1998, causante de todos los males del siglo pasado a juicio del chavismo, fue herido de muerte en 2015, cuando el TSJ nombró nueva directiva para los socialcristianos del Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), el otro eslabón que junto a AD formaba la tradicional bifurcación política en el país.
Desde entonces, el partido socialcristiano ha perdido casi toda su notoriedad y solo tiene a dos representantes en el Parlamento. Como ocurre con AD, en Venezuela todavía hay gente que se dice «copeyana» sin que esto se traduzca en apoyo electoral consistente, pero sí en unos afectos que se remontan a generaciones.
La oposición ha intentado simplificar la lucha política con un nuevo bipartidismo que consiste en todos los que apoyan al chavismo y todos los que están en contra.
Con ese afán crearon una tarjeta unitaria que se convirtió en las elecciones legislativas de 2015 en la opción más votada de la historia y significó una derrota contundente del chavismo en la Asamblea Nacional.
Tres años más tarde el TSJ eliminó esa tarjeta y se asegura eliminar rivales incómodos que lo demostraron hace 5 años.
El Supremo ha pedido validar y revalidar varias veces las organizaciones políticas que son contrarias al chavismo y para ello ha puesto como condición la recolección de firmas, un requisito que varios partidos dejaron de cumplir al considerar que se trataba de un ensañamiento ilegal.
Obstáculos, decisiones judiciales y árbitros sospechosos de ser parciales, una suma que puede mostrar como resultado el regreso triunfante, algo allanado, del chavismo al Parlamento.
EFE noticias
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