En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: «El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.»» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.

Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana

En este último día del año, la Iglesia Universal celebra la fiesta, entre otros santos en honor a San Silvestre, fue el papa n* 33 de la Iglesia católica, entre el 31 de enero de 314 y el 31 de diciembre de 335. El evento más importante de su papado fue el Concilio de Nicea I en el 325. Este concilio condenó las enseñanzas de Arrio y redactó el Credo Niceno. Su obispado fue muy tranquilo. Es conocido por ser el primer papa que no murió mártir.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 1, versos del 1 al 18, en el que el evangelista subraya que JESÚS es el Verbo, la Palabra, la Vida, la Luz, el Hijo Unigénito de DIOS, que lo comunica a través de Sus Palabras y de Sus Obras. Y es que JESÚS, se hace Carne, para darle la posibilidad de hacerse Hijos de DIOS a todos aquellos que crean en Su Nombre y se adhieran a Su Mandamiento de AMOR, y de lucha por la justicia y por la dignidad de las personas.

Es oportuno recordar que, hace una semana nos tocó reflexionar sobre el Nacimiento de JESÚS, hoy nos volvemos a centrar sobre el acontecimiento de la Encarnación, con un lenguaje poético y muy teológico, pero bastante comprensible. Ya que con este texto volvemos a celebrar el agradecimiento a DIOS, por habernos dado la alegría de habitar en medio del mundo, que nada ha hecho para merecer tanto AMOR.

De igual manera es oportuno señalar que la expresión de Juan de que: “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con DIOS y la Palabra Era DIOS”, tiene mucha relación con la invitación que constantemente nos hace el Antiguo Testamento, para guardar la Palabra con tanta intensidad y AMOR, que nuestra alma quede empapada de Ella: “Tú servidor se empapa de Tus Palabras, gran ganancia es guardarla” (Sal 19,12). Por eso es que los seres humanos hemos alcanzado un lugar privilegiado en los planes de DIOS, porque DIOS nos eligió como Morada de Su Palabra.

Al confrontarnos con el texto, y con el crono, es decir con este año que estamos finalizando, podemos revisar todas las cosas que hemos hecho y las que hemos dejado de hacer, las bendiciones y los problemas. Pero también poner la mirada en el año que estamos a punto de comenzar, para colocar al pie del Señor de la Historia nuestras vidas, las vidas de nuestras comunidades y el destino de nuestra querida Patria VENEZUELA.

Recordemos que tal como nos dice la Escritura, el Nacimiento de JESÚS, es el Nacimiento de la PAZ, así lo presentó el Ángel a los Pastores y así lo dice el Apóstol: “Él es nuestra PAZ”. Por eso es que nuestro mayor deseo es que finalicemos en PAZ este año 2021 y que comencemos el 2022, con la PAZ, que nos trae JESÚS, la cual nace de la JUSTICIA, que es el mayor anhelo del pueblo de VENEZUELA.

Señor JESÚS, cuando estamos cerrando un año y a punto de comenzar uno nuevo, Te pedimos la suficiente fortaleza para actuar de acuerdo a Tu Palabra presente en la Sagrada Escritura, llevando a la práctica lo que dice el Salmista: “Tú servidor se empapa de Tus Palabras, gran ganancia es guardarla”. Amén.

Luis Perdomo

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