Evangelio del Día. Juan 12,44-50

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 «En aquel tiempo, Jesús gritó fuertemente: «El que cree en mí no cree solamente en mí, sino en aquel que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas. Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque yo no he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que me rechaza y no recibe mi palabra ya tiene quien lo juzgue: la misma palabra que yo he hablado lo condenará el último día. Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo decir. Yo sé que su mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el Padre.»

Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

  La Iglesia universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a San Mayolo, abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de Francia e Italia. Nació alrededor del año 910, en el castillo de Valensole, en el este de la Provenza, y murió en 994 en Souvigny.

Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 12, versos del 44 al 50, en el que se nos presenta la conclusión de la primera parte de este Evangelio, al que se le denomina «el libro de los Signos», que es una narración para abrirnos la mente al mensaje de Salvación de JESÚS mediante las señales o prodigios que Él realizó en Su vida terrena y que está íntimamente relacionada con Su Predicación. Por eso es que en esta perícopa se presenta esta llamada vehemente a escuchar y guardar Su Palabra, que es la misma Palabra del Padre, Porque Él es el Rostro visible de DIOS, y «quien lo ve a Él ve al Padre» (Jn 14,9).

 JESÚS Ha vivido de manera Radical Su Misión para dar muestra de Su condición Filial, que lo identifica Plenamente con el Padre. Ya que, como Portador de la Vida del Padre, tiene como Misión Hacer Resplandecer esa Vida en aquellos que crean en Él. Por eso es que Palabra y Vida se identifican en JESÚS, de tal manera que Su Palabra es Su Vida y viceversa. Él mismo nos dice que por encargo del Padre Ha Recibido esa Palabra para darla a Conocer por medio de los Signos que Él Hizo en Su Vida Terrena y al ser vivida y Creída por esos testigos oculares, son convertidos en Mensajeros de esa Buena Noticia.

 Estableciendo una norma fundamental, los que quieran seguir a JESÚS han de escuchar y poner en práctica Su Palabra, los que no quieran seguirlo, obviamente, que tampoco escucharan Su Palabra de Vida, de la que es Portador. De tal manera que en la acogida o rechazo de Su Palabra está en juego la Propuesta de Felicidad para esta vida transitoria y la entrada al Banquete de la Vida Eterna, que DIOS Nos hace a través de JESÚS, de manera que quien la acoge posee esa Vida y quien rechaza Su Palabra se condena a vivir en la desgracia eterna.

Por eso es que JESÚS se presenta como la Luz del mundo, porque Su venida al mundo constituye la Salvación, que ilumina nuestra existencia y humaniza nuestro mundo. Dejando claro que la finalidad de Su Encarnación no es de juicio y condenación, sino de Salvación y Vida Plena. Pero deja abierta la puerta para que el creyente acepte o rechace la oferta Salvífica del Padre, por medio de Su Hijo. Ahí radica el juicio y la condenación. DIOS no condena, Él siempre ofrece Salvación y Amor, y les da a los seres humanos el libre albedrío para aceptar o rechazar este maravilloso ofrecimiento.

   Al confrontarnos con el texto y ver que el evangelista introduce las palabras pronunciadas por JESÚS diciendo que gritó con fuerza. Podemos entender que este es un llamado de atención que nos manifiesta el fuerte deseo del Corazón de JESÚS de Ser Escuchado, Seguido, y Amado, por toda la humanidad, pero especialmente por todos aquellos que decidimos ser sus seguidores. Él grita para que lo escuchemos, grita para que sigamos Su Palabra, grita para que dejemos nuestra mediocridad e indiferencia, grita para que finalmente nos decidamos por Él y Su Evangelio.

 Grito que no debería quedar en el vacío, ya que de la actitud que tengamos de aceptación plena o de rechazo hacia Él y su Evangelio, nos jugamos la plenitud de la vida transitoria y la Vida Eterna. Porque tenemos que tener claro que la Salvación es gratuita, pero no barata, lo que pareciera una paradoja. Y es que después de que alguien se haya decidido por JESÚS, hay que aceptar con libertad y gozo todas las implicaciones que ella exige, ya sean éticas, sociales, políticas, religiosas. Es un cambio total de vida, que muchas veces choca con nuestros propios prejuicios e intereses, ya que abrirse a la Luz produce deslumbramiento, por lo que hay que asimilar de forma progresiva el Torrente Luminoso que va permeando nuestro ser y la de nuestros entornos.

 Señor JESÚS, Ayúdanos a entender que recibirte a Ti como la Luz del mundo es dejarse penetrar por Tus Rayos revitalizadores y al mismo tiempo convertirse en Luz para disipar las oscuridades de nuestros pecados y las de nuestros semejantes, dando Testimonio de Tu Palabra a toda hora y en todos los espacios donde interactuemos. Amén.

 

Luis Perdomo

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