«En aquel tiempo Jesús, se dirigió al monte de los Olivos. Al amanecer estaba ya nuevamente en el Templo; toda la gente acudía a él, y él se sentaba para enseñarles. Los maestros de la Ley y los fariseos le trajeron una mujer que había sido sorprendida en adulterio. La colocaron en medio y le dijeron: «Maestro, esta mujer es una adúltera y ha sido sorprendida en el acto. En un caso como éste la Ley de Moisés ordena matar a pedradas a la mujer. Tú ¿qué dices?» Le hacían esta pregunta para ponerlo en dificultades y tener algo de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y se puso a escribir en el suelo con el dedo.
çComo ellos insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: «Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le arroje la primera piedra.» Se inclinó de nuevo y siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que se quedó Jesús solo con la mujer, que seguía de pie ante él. Entonces se enderezó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?» Ella contestó: «Ninguno, señor.» Y Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar.»
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En este Quinto Domingo del Tiempo de Cuaresma, la Iglesia universal celebra hoy entre otros santos, la fiesta en honor a San Ricardo, conocido también como Richard de Wych o Ricardo de Wyche, fue un obispo de Chichester. Nació en 1197 en Wyche, Inglaterra, y murió el 3 de abril de 1253 mientras decía: «María, Madre de Dios y Madre de misericordia, defiéndenos del enemigo y recíbenos en el Cielo».
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Juan capítulo 8, del verso 1 al verso 11. En el que se relata el episodio, en el que JESÚS perdona a una mujer sorprendida en adulterio. Quienes han pecado con ella son los mismos que la traen ante el Maestro y exigen que sea lapidada según la Ley de Moisés. Por lo que ponen en un serio dilema a JESÚS, ya que, si se pronuncia en favor de la mujer, podrían acusarlo de faltar a la Ley de Moisés y si declaraba a favor de la pena de muerte entraría en conflicto con las autoridades romanas.
Y ante la disyuntiva de optar por la Misericordia o a la aplicación de la Ley ciega, JESÚS opta por la Misericordia, ya que los hombres de poder la han sorprendido, según dicen, y que infraganti, pero ¿dónde está el hombre? La Ley exigía que ambos debían ser juzgados, y ellos habían traído sólo a la mujer, por lo que faltaba un reo, lo que demuestra el acto miserable y de doble moral de aquellos doctores de la LEY.
La mujer llena de vergüenza, está a los pies de JESÚS, el corazón le late desesperadamente esperando que Él pronuncie su sentencia de muerte. Pero, JESÚS viendo el sufrimiento de esta pobre mujer, se le encoge el corazón de angustia y se agacha para escribir sobre la tierra. La Ley de muerte había sido grabado sobre piedra, para el pueblo judío, JESÚS, graba sobre la tierra la Ley de la Misericordia, de la cual es beneficiaria toda la humanidad.
Al confrontarnos con el texto, podemos imaginarnos que JESÚS, agachado, evalúa en lo más profundo de Su Ser, la inmensa necesidad de perdón que tiene el mundo. Por un lado, está la mujer débil y acongojada y por el otro esos hombres con el corazón endurecido, pidiendo castigo para una pecadora, pero sin verse sus pecados. Por eso es que JESÚS, los invita a pasar de ser jueces implacables, a revisar sus propias conductas. Y pronuncia la frase que cambiará la historia: «Él que esté libre de pecados, que lance la primera piedra».
Parece que ninguno estaba libre de pecado y optaron por retirarse, luego el Maestro, le dice a la mujer: «Yo tampoco te condeno». Y he aquí que JESÚS la invita a iniciar su propio éxodo y la coloca en el horizonte de la vida: «Vete y no peques más». Por lo que puede decirse que JESÚS no solamente salvó la vida de esta mujer excluida, sino que le ha dado la oportunidad de iniciar una manera distinta de vivir la vida, ya que encuentra en JESÚS el sentido profundo de su existencia.
Enseñanza que nos invita a revisar nuestra conciencia y como la adúltera, vayamos también nosotros a JESÚS, llevemos ante Él nuestras prostituciones, nuestras idolatrías, y todo aquello que nos hace relativizar lo absoluto y que permite que absoluticemos lo relativo. Y que este tiempo de cuaresma que está a punto de finalizar nos ayude a revisar con gran tranquilidad, lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer, para poder presentarnos ante JESÚS, con nuestros pecados y limitaciones, experimentando en nuestras vidas Su Perdón, y la novedad que sintió la mujer adúltera, para cantar junto al Salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 125). Marchemos pues, tras los pasos de JESÚS y no volvamos «a pecar más».
Señor JESÚS, ayúdanos a entender que un verdadero discípulo Tuyo, está invitado a una continua Conversión, por lo que debemos ver primero nuestros pecados antes de condenar a los otros y de esta manera lograremos restablecer la justicia que tanta falta hace en nuestra sociedad. Amén.
Luis Perdomo
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