«Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Al terminar su oración, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Les dijo: «Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan que nos corresponde. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta, entre otros santos, en honor a San Bruno, quien nació en Colonia Alemania en el año 1030, es el fundador de la rígida y exigente orden de la Cartujos. Esta regia orden la fundó en el año 1084. De esa orden se ha dicho: «La Cartuja nunca se reformado, porque nunca se ha deformado»
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 11, del verso 1 al 4. En el que se narra la petición que los discípulos, le hacen a JESÚS, para que les enseñara a orar. Y Él, más que hacer peticiones les enseña que DIOS es Padre y que podemos acudir a Él con sencillez y confianza, sin miedo o temor, por eso es que cada una de las expresiones de esta oración, es una síntesis de la forma como JESÚS comprende a DIOS y del reconocimiento de la finitud humana, que requiere de la Intervención de DIOS.
No es casualidad que ayer viéramos a María de Betania con el oído abierto a la Palabra y a la oración y que a continuación el Maestro enseñe a Sus íntimos, esta singular manera de Relacionarse con el Creador, poniendo en Sus manos, los avatares de cada día, y las amenazas que se les ciernen. Y ellos que le han pedido al Maestro esa enseñanza la acogen con mucho beneplácito, ya que han descubierto al lado de JESÚS una manera nueva de vivir y convivir, por eso sienten la necesidad de hablar al Creador de manera más íntima, como una familia de hermanos que entra en relación filial con Su Padre Celestial.
Muy oportuno es recordar que al hablar de la «Oración del Señor», el Catecismo de la Iglesia nos enseña, «que ella es verdaderamente la única: oración del Señor «. Porque a través de las Palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado. Como Verbo encarnado, conoce las necesidades humanas y nos Revela, que Él es el Maestro y modelo de nuestra oración «(CIC n. 2765).
También el Catecismo nos dice que «podemos invocar a DIOS como PADRE, porque Él se Reveló a nosotros por su Hijo hecho hombre y porque el Espíritu Santo nos lo hace conocer. Y que el Espíritu del Hijo nos hace partícipes de la relación personal del Hijo con el Padre «(CIC n. 2780). Por eso es que la oración enseñada por JESÚS establece para nosotros una relación nueva con DIOS, ya que ahora lo podemos llamar ¡PADRE!
Al confrontarnos con el texto vemos que la petición de «Enséñanos a orar» expresa el gran anhelo del corazón humano, de estar en profunda intimidad con DIOS. Y al Maestro respondernos con Su oración, muy sucinta, pero llena de contenido que genera en nosotros el compromiso de reconocer la Santidad de DIOS, respetando Su Nombre y pidiéndole establecer Su Reino, en nuestro corazón y en cada espacio donde nos encontremos, dejando que nuestra vida sea iluminada por Él. Y al llamar a DIOS PADRE nos acercamos a la esencia de Su AMOR, estableciendo con Él una relación filial y una relación fraternal. con nuestros semejantes, ya que todos los que nos consideramos hijos de un mismo PADRE, somos hermanos.
Y es que sin lugar a dudas esta debe ser nuestra oración diaria: Pedir que DIOS nos dé su espíritu filial, para escuchar y poner en práctica Su Voluntad, abriendo nuestro corazón a las necesidades de nuestros hermanos, y dispuestos a vivir el compartir y la solidaridad. Porque elevar esta oración al PADRE, más que un acto de Fe, es un acto de AMOR. Y si somos seguidores de JESÚS, entenderemos que esta es la manera de hablar de JESÚS, con el PADRE, que se deriva en una relación de AMOR y de obediencia total: Hágase Tu Voluntad, y no la mía. Y así debe de ser nuestra entrega.
Señor JESÚS, ayúdanos a silenciar nuestras angustias y amenazas con la Luz de Tú Palabra y de esta manera podamos saber que no estamos solos para vencer el mal de cada día, logrando acrecentar nuestra esperanza para la transformación de las realidades terrenas. Amén.
Luis Perdomo
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