«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos. Ustedes oyeron que se dijo a sus antepasados: «No matarás», y el que mate será reo de juicio. Pero yo les digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Y si uno llama a su hermano «imbécil» tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «necio», merece la condena de la «gehena» del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vas todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Eulogio de Córdoba. Insigne mártir y apologeta, arzobispo de Toledo. Nació en Córdoba a principios del siglo IX, y murió decapitado por defender y expandir el cristianismo en la Córdoba musulmana, el 11 de marzo del año 859. Durante su cautiverio escribió obras de apología del martirio y el Documentum Martyriale dedicado a Flora y María para fortalecerlas en su fe frente a las desventuras y el martirio. Es el patrono de los carpinteros.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Mateo capítulo 5, versos del 20 al 26. En el que JESÚS nos plantea de una manera directa la necesidad de superar los comportamientos de los fariseos. Teniendo claro que los letrados y fariseos, eran gente muy instruidos en el conocimiento de la Ley, el Maestro pide a sus discípulos que deben de ser mejores que ellos. Y la mejor manera de hacerlo es llevando la norma a su más radical expresión, que nace en nuestra conciencia y en la manera de obrar en el día a día de nuestras vidas.
Se infiere así que, la cuestión ya no es no matar, sino la de renunciar a la violencia que nace del corazón y que termina por matar al hermano. Y es que, se mata al otro físicamente, pero también con palabras hirientes, ridiculizándolo, insultándolo, despreciándolo. Se mata al hermano en el corazón con pensamientos o sentimientos hostiles e incluso, sencillamente, con la indiferencia. Se le mata también con palabras injuriosas o despectivas, que lo sometan al escarnio público, de tal manera que, por si no lo sabíamos, el Maestro nos enseña que tenemos varias maneras de matar a nuestros semejantes, y todas violan el quinto mandamiento de la Ley de DIOS: «NO MATARÁS».
Enseñanza que nos hace recordar algunos refranes, que hemos escuchado y repetido a lo largo del desarrollo de nuestras vidas: «mata más la lengua que la espada», «ese fulano tiene una lengua de puñal», «líbrame de caer en la lengua de mengano», pero hay que tener en cuenta que, el pensamiento mata aún más que la lengua, porque no todos los pensamientos malos se expresan con palabras. Por eso es que antes de proferir algún juicio en torno a la conducta o al modo de encarar la vida de algún semejante, hay que pasar por el filtro de la verdad, la bondad y la utilidad cualquier información o palabra que puede herir o hacer daño al otro.
Al confrontarnos con el texto vemos que la instrucción que da el Maestro a sus discípulos de todos los tiempos, es la de superar todos los inconvenientes que quebrantes la convivencia comunitaria, surgidos por las conductas inapropiadas de sus miembros. Y es que, para los discípulos de JESÚS, buscar la paz y la reconciliación auténtica, es una condición indispensable para relacionarse con DIOS, porque sería una paradoja no aceptable para nuestro Creador, la de pretender estar bien con Él y estar peleados con nuestros hermanos.
Por eso es que, JESÚS nos dice que, si uno va a ofrecer su ofrenda a DIOS después de haber ofendido a un hermano, debe dejar su ofrenda en el templo, buscar al hermano ofendido, pedirle perdón y luego presentarse de nuevo ante el Señor. Entonces sí será acogida nuestra ofrenda y nuestra oración agradará al Señor. Porque nadie puede pedir a DIOS perdón de sus culpas si no perdonamos antes, ya que solo con un corazón reconciliado, el culto será auténtico y verdadero.
Porque generalmente creemos que son los otros los que se equivocan y hacen mal las cosas y como nosotros no nos equivocamos, no sólo es que no pedimos perdón, sino que nos atrevemos a juzgar a los otros y a dar cátedras de comportamientos a nuestros semejantes. De allí que esta enseñanza de hoy, nos ayuda a rescatar dos comportamientos muy necesarios para nuestro crecimiento personal, una es la de aceptar que «todos nos equivocamos» y la otra es la de pedir perdón por nuestras faltas y equivocaciones, no solo a DIOS, sino también a la persona ofendida.
Señor JESÚS, ayúdanos a entender que el perdón no puede ser ocasional, sino que debe ser la expresión habitual de los unos hacia los otros, Y quien es capaz de perdonar, es porque ha encontrado Tu Gracia y lo hace propenso a Configurarse Contigo. Amén.
Luis Perdomo
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