«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: cuando pidan a Dios, no imiten a los paganos con sus letanías interminables: ellos creen que un bombardeo de palabras hará que se los oiga. No hagan como ellos, pues antes de que ustedes pidan, su Padre ya sabe lo que necesitan. Ustedes, pues, recen así: Padre nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. Danos hoy el pan que nos corresponde; y perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno. Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también el Padre celestial les perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes».
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos, en honor a San Aureliano de Arlés. Nació en el año 523, y murió en Lyon, Francia el 16 de junio de 551. Fue arzobispo de Arlés desde el 23 de agosto de 546 hasta su muerte en Lyon el 16 de junio de 551. Está enterrado en la Iglesia de San Niceto en Lyon.
Y la liturgia del día nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 6, del verso 7 al verso 15. En el que se relata las orientaciones de JESÚS dadas a sus discípulos en la manera de cómo debían dirigir sus oraciones o peticiones al PADRE, es decir la oración universalmente conocida como el PADRE Nuestro. La cual JESÚS entregó a sus discípulos, como la oración perfecta, que ha de brotar espontáneamente del corazón de los hijos de DIOS, pues en ella expresan todos sus deseos en la forma y con el orden que corresponde.
Y es que, JESÚS, propone a sus discípulos de todos los tiempos, una oración que sea comunicación y no manipulación a DIOS, que no busque impresionar con mucho gestos y palabras, sino que deje escuchar el susurro de Su Voz en nuestro Corazón, que nos invita a ser Misericordiosos y perdonar cualquier ofensa por muy grande que sea. Porque la reciprocidad del perdón es el mejor antídoto contra cualquier espiral de violencia y contra las posiciones irreconciliables que hacen ver como imposible el reencuentro ciudadano. Por eso es que JESUS nos regala la oración del PADRE NUESTRO, para identificarnos como familia, donde las carencias materiales y afectivas deben ser superadas, con la llegada del Reino de DIOS en medio de nosotros.
Al confrontarnos con el texto, vemos que la oración del Padre Nuestro, es una especie de carta de presentación que identifica y configura al cristiano con el cuerpo místico de Cristo cuya cabeza es Él mismo. La rezamos en la mañana y al caer la tarde, en reuniones de grupos, en nuestras celebraciones litúrgicas es decir en diversas circunstancias y lugares, pero de tanto rezarla, posiblemente haya perdido para nosotros la profundidad y su vínculo de comunicación con nuestro Creador.
De allí la necesidad de discernir cada palabra y cada frase, para poder encontrarnos con un proyecto de vida que realmente nos comprometa. Porque reconocer la Paternidad de DIOS implica reconocer la hermandad de los seres humanos. Santificar el nombre de DIOS es confesar Su Soberanía sobre la humanidad, pedir con insistencia el advenimiento del Reino de DIOS, implica disponernos todos para tal Acontecimiento Redentor. Pretender cumplir la voluntad de DIOS exige comprometernos con Su Proyecto humanizador. El pan cotidiano, el perdón constante, el rechazo de las seducciones del mal constituyen una acción permanente y comunitaria de todos para que el Señorío de DIOS, fundamentado en el Amor, la Paz y la Justicia, se extienda a toda la humanidad.
Teniendo la certeza de que este pasaje, es parte de la pedagogía de JESÚS para formar a sus discípulos, y junto con el texto que leímos ayer, nos deja claro que la auténtica oración debe de estar íntimamente ligada con la vida. Ya que, rezar no significa hablar mucho, ni querer imponer a DIOS nuestra voluntad, sino dejar los acontecimientos de nuestra vida en las manos del PADRE que nos ama. Por eso es que la invitación que JESÚS nos hace hoy es que hagamos de nuestras vidas una oración y de nuestra oración un compromiso por la vida.
Señor JESÚS. Gracias por regalarnos la oración del PADRE NUESTRO, que nos identifica como una gran familia, donde las carencias materiales y afectivas son superadas, con la llegada de Tu Reino en medio de nosotros. Amén.
Luis Perdomo
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