«Por aquellos días María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.

¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!» María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su humilde esclava, y desde ahora todas las generaciones me dirán feliz. El Poderoso ha hecho grandes cosas por mí: ¡Santo es su Nombre! Muestra su misericordia siglo tras siglo a todos aquellos que viven en su presencia. Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus planes.

Derribó a los poderosos de sus tronos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos, y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su siervo, se acordó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.  María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa».

  Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.

  La Iglesia universal celebra hoy la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, con esta acción de caridad, de la Madre de DIOS se concluye el mes mariano, hecho narrado por Lucas, y en el que surgen dos importantes oraciones: la segunda parte del Avemaría y el canto del Magníficat. San Bernardo de Claraval señalaba que «desde entonces María quedó constituida como un ‘Canal inmenso’ por medio del cual la bondad de DIOS envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones».

 Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, capítulo 1, del verso 39 al verso 56. En el que se narra la Visita de María, la Madre de JESÚS, y Madre Nuestra, a Santa Isabel, la Madre de Juan Bautista, cuyo relato es exclusivo de la narrativa Lucana, donde se relaciona a Juan Bautista y a JESÚS con los relatos en paralelo de los dos anuncios de sus concepciones y de sus nacimientos, concluyendo con este relato de la visitación de María a Isabel. De esta manera Lucas pretende afirmar la supremacía de JESÚS en relación a Juan Bautista, desde sus orígenes.

 María, al recibir el Anuncio de que concebirá a JESÚS, tiene como señal dada por el ángel Gabriel, de que su prima Isabel, ha concebido y «ya está en el sexto mes de embarazo, la que llamaban estéril» (Lc 1,36), parte inmediatamente a visitar y servir a Isabel. Lucas presenta a María, llevando en el vientre a su hijo, siguiendo el camino de la Galilea gentil y periférica, hacia Judea. Entrando en la casa de Isabel, María saluda. Al oír el saludo, Isabel se llena del Espíritu Santo y su hijo salta de alegría en su vientre, e Isabel le dice a María: «Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!… Bienaventurada porque has creído que lo que el Señor te anunció se cumplirá» (Lc 1,42-45).

  En este encuentro de dos humildes mujeres, se rompe con los criterios de status y poder de este mundo. Allí se Devela la Presencia Amorosa de DIOS en el mundo que Actúa a partir del testimonio de la joven nazarena, la humilde Virgen de Nazaret. Y hace que, María, proclame el cántico de acción de gracias, El Magníficat, afirmando que DIOS en Su Proyecto de Liberación y Salvación, «dispersa a los soberbios de corazón, derriba a los poderosos de sus tronos y ensalza a los humildes; llena de bienes a los pobres y a los ricos los despide vacío» (Lc 1,46-56).

  Al confrontarnos con el texto, vemos que con la oración del Magnificat, María, demuestra que su historia forma parte de la historia del pueblo de DIOS, y que la Intervención de DIOS en la historia repercute en la vida de cada persona. Por lo que puede decirse que DIOS «Mirando hacia abajo», se inclina para ver las múltiples humillaciones, que está sufriendo el pueblo y por eso escoge a María, ya que es en su vientre donde se concretiza el proyecto de DIOS, que, a través de su Hijo JESÚS, quiere comunicar Vida plena a todos, sin exclusiones.

 Y María, que parecía encerrada en el silencio de su diálogo con DIOS, al momento de Revelársele su Misión, se ha revelado ahora, en la casa de su prima Isabel, como profetisa de la historia universal y descubre la irrupción del nuevo mundo que DIOS ha comenzado a regenerar. Porque es María la discípula por excelencia, que condensa todas las Bienaventuranzas, que es el ámbito establecido por JESÚS, como característica de su Reino, ella es la primera en escuchar el Evangelio y en hacer de su vida cotidiana, una buena noticia para su pueblo y para toda la humanidad.

Por eso es que el cántico de María expresa y expresará siempre los sentimientos más profundos del alma que ora y acciona. Y es que la oración del Magnificat, canta en forma de liturgia jubilosa, la actitud de la Virgen, que se pone en manos de DIOS, colaborando en su tarea redentora, Ella es la sierva, la pobre entregada al Señor, que ama a los pobres y sale en busca de ellos, para testimoniarlo con su acción, e invitar a todos los que nos llamamos seguidores de JESÚS, a tratar de tener esos mismos sentimientos de servicios y esa misma disposición de hacer realidad la Palabra del Señor.

 Señor JESÚS, Ayúdanos a tener la Fe y la disposición de María, para ser uno de aquellos que, no se aferran a las riquezas y se empeñan en la construcción de un mundo nuevo con un Proyecto de fraternidad, de justicia, y de servicio hacia nuestros semejantes. Amén.

Luis Perdomo

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