Fotografía de archivo, tomada el 20 de septiembre de 2025, de un grupo botes al navegar en Cumaná (Venezuela). EFE/STR

Las cercanas localidades venezolanas de Güiria Cumaná, separadas por apenas 262 kilómetros en el estado Sucre, experimentan de manera distinta el impacto económico y social del despliegue naval estadounidense en el mar Caribe, cercano a sus costas.

En Güiria, ubicada a pocos kilómetros de Trinidad y Tobago y con denuncias de presencia de grupos narcotraficantes, la llegada de embarcaciones de EE.UU. ha generado un clima de miedo entre pescadores y comerciantes.

Tras el primer ataque estadounidense a embarcaciones el pasado 2 de septiembre, el comercio informal y el transporte marítimo hacia Trinidad se han detenido completamente, afectando seriamente el ingreso de divisas y la economía local.

Esta paralización es inédita, incluso después del naufragio de 2020 que cobró más de 30 vidas. Además, ha habido un aumento en la presencia militar y policial, con informaciones sobre funcionarios vestidos de civil, mientras la comunidad evita hablar por temor a represalias.

Cumaná

En contraste, en Cumaná, la pesca no se ha visto afectada por el despliegue militar sino por problemas relacionados con la falta de gasolina, el deterioro de motores y la ausencia de créditos para reparaciones. Los pescadores dependen en parte de combustible subsidiado, aunque esto solo les permite salir a pescar dos días cada mes y medio o dos meses.

Para sostener su faena, muchos compran gasolina en el mercado dolarizado y adaptan sus jornadas según los productos más rentables como atún y langosta, aunque las ganancias son limitadas y variables.

Ambas comunidades reflejan, cada una a su manera, los efectos colaterales de la creciente militarización del Caribe y las tensiones internacionales que afectan la vida cotidiana y la economía en zonas pesqueras claves del noreste venezolano.

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