Madrid.- En un futuro no lejano, la pandemia y la crisis económica han sumido a la mayor parte de la población en la dura pobreza y reinan la corrupción y la violencia: es el escenario del último libro del argentino Ernesto Mallo que no cree difícil que se vuelva realidad y por eso, dice, ha escrito una «novela vacuna».
«La ciudad de la Furia», editada por Siruela, es el título de la última obra de Ernesto Mallo (La Plata, 1948), una novela negra distópica que transcurre en Buenos Aires, pero podría desarrollarse en cualquier ciudad de Occidente, en la que la recesión ha arrojado a millones de personas a la pobreza, el dinero cada vez se concentra en menos manos y los gobiernos han optado por la represión.
En una entrevista, este escritor argentino que vive en Barcelona recuerda que estuvo nueve días ingresado por coronavirus al principio de la pandemia y cómo en el segundo de ellos pensó que moría: «y en lugar del túnel que ve la gente cuando se está muriendo, yo vi la novela. En cuanto me dieron el alta me puse a escribirla».
Y cree que si no cambia el rumbo de la sociedad, lo que relata en su obra puede convertirse en realidad: «mi intención es que sea una novela vacuna y, como sucede en el futuro, que la gente se dé cuenta y haga lo posible por evitar que ocurra».
«La peste dejó a la sociedad en estado de ‘shock’ extremo. Eso le permitió al Gobierno anterior confinar a la gente, darle más poder a la policía, tener más controlada a la población mediante leyes que facilitan el control de las masas, y vigilar a los ciudadanos mediante las redes y la recopilación de datos», rememora uno de los personajes de «La ciudad de la furia».
Mallo no abandona en este libro, que comienza con la investigación del asesinato de un activista, la trama criminal de otras novelas negras suyas.
En un ambiente cada vez más inquietante, al fiscal Diego Saralegui le encargan el seguimiento e investigación de este caso bastante oscuro porque la víctima es hijo de un poderoso magnate empresarial y, en la sombra, una de las manos más influyentes y decisivas sobre el Gobierno y la judicatura del país.
Una investigación que se desarrolla en un escenario marcado por los terribles y violentos choques que mantienen enfrentados a los ciudadanos reprimidos y sin recursos con las fuerzas gubernamentales.
Porque, agrega, es «en los momentos de ‘shock’ cuando los gobiernos toman medidas que no podrían tomar si la sociedad no estuviera en esas circunstancias. Las dictaduras latinoamericanas, como la argentina o la chilena, provocaron ese estado en el que se pudieron implementar una serie de medidas que benefician al monopolio del dinero y del poder».
Unas situaciones en las que siempre se benefician los mismos, dice Mallo, que agrega: «la pandemia no le hizo daño a las grandes corporaciones, pero sí a los pequeños comerciantes».
En su novela está claro que el poder económico es el que ejerce el poder político. «El sistema aprovecha el ‘shock’ de la pandemia para concentrar el mayor capital en menos manos, pero los seres humanos no se dan por vencidos todavía y, entonces, hay que reprimirlos».
El protagonista de la novela «está corrompido hasta la médula pero también es una víctima», indica Mallo, que señala cómo «las cárceles están llenas de pobres y de tontos, porque los ricos contratan un buen abogado y se salen con la suya. Lo que se llama justicia es venganza y lo que ocurre es la criminalización de la pobreza».
El fiscal Diego Saralegui representa «la banalidad, la frivolidad, el desapego de lo que reclaman los juristas» en una sociedad donde los derechos han desaparecido.
«La pandemia terminará, pero tenemos que vigilar que nos devuelvan los derechos que nos quitaron con ella. Tenemos que estar confinados para evitar la propagación del virus, para no colapsar el sistema de salud, pero eso terminará y quiero que me devuelvan mis derechos. Que volvamos a tener la calle, que vuelva a ser nuestra», advierte Mallo.
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