«Sobrevivir de una forma digna, no perder la dignidad», es el mensaje de Jimena para evitar que otras mujeres que llegan a España desde América en busca de un sueño terminen cayendo en la prostitución «como camino fácil» para ganar dinero.
Jimena, nombre ficticio para preservar su identidad, es una joven colombiana que tiene ahora a la Fundación Cruz Blanca como su familia en España, gracias a la ayuda de esta entidad para que dejara atrás la prostitución.
«Uno tiene que tener valores y principios, tiene que amarse y respetarse», para «buscar la salida de otra forma, de cualquier otra, pero no en la prostitución», dice a EFE sobre el consejo que daría a otras mujeres para que eviten lo que ella tuvo que pasar.
«Una explotación»
En España son recurrentes las operaciones de la Policía en las que son liberadas mujeres de Sudamérica, sobre todo de Colombia, Venezuela y Paraguay, víctimas de explotación sexual.
Por ello agradece «muchísimo» el apoyo de esta fundación de los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca que atiende a personas vulnerables y en situaciones de exclusión, como las víctimas de trata, con una atención personalizada.
Ella dejó su país para venir a España «con sueños de trabajar, de ayudar a la familia: la ilusión de tener también a mis hijos en algún momento aquí».
Pero se encontró con gente que «se aprovecha de tus necesidades», llegó un momento que no sabía «de dónde echar mano» y no vio otra opción que terminar en un club de alterne.
«No es trabajo, es una explotación», denuncia, algo «muy duro, muy fuerte todo».
Un negocio que suele ir acompañado de otro, el de la droga, para enganchar tanto a clientes como a quienes son explotadas, lo que lleva a la «depresión, a la tristeza», un sentimiento que aflora en su rostro mientras lo relata.
«Estaba muy sola, me sentía triste», recuerda, con temor a caer en la droga y el alcohol sin poder luego salir, con «miedo a todo lo que vivía ahí en ese club».
Apoyo emocional
«Empiezas a sentir depresión, a culparte, a decir en qué momento me metí en eso, qué va a pasar con mi vida, mis hijos, mi familia», lamenta.
Hasta que conoció a la Fundación Cruz Blanca: «Me cambió la vida».
Otros nombres prefiere dejarlos en su pasado mientras destaca en cambio el de Esther Teigell, mediadora de la Fundación que la da apoyo.
«Valoro mucho el apoyo psicológico, el apoyo emocional, porque uno se siente tan solo», subraya, pues no es fácil dejar atrás esa vida que nunca estuvo en su sueño al llegar a España.
Ahora su ilusión está enfocada en conseguir permisos como el que le permita trabajar. Tiene formación en enfermería y le gusta el cuidado de mayores, pero puede hacer desde camarera o cocinera hasta ayudante en la construcción.
«Poder tener un trabajo y vivir una vida normal como todas las personas», aún consciente de que el papeleo lleva tiempo.
El 90 por ciento de las víctimas atendidas por la Fundación son extranjeras. El 84 por ciento son mujeres, víctimas de explotación sexual.
La Organización Internacional del Trabajo estima que casi 50 millones de personas en el mundo sufren trata y explotación laboral o sexual.
Una esclavitud que cada año reporta a los explotadores unos 150.000 millones de dólares en todo el mundo, según Naciones Unidas.
En España, la Policía y la Guardia Civil liberaron a casi trescientas víctimas de estas redes el año pasado, más de un tercio de ellas de Colombia, seguidas de Venezuela y Paraguay, pero también de Brasil, República Dominicana, Uruguay, Cuba, Argentina y Perú.
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