Que en Gaza no está entrando ayuda suficiente para responder a las necesidades abrumadoras de una población desesperada es evidente. Lo dice la ONU, los organismos humanitarios e incluso Estados Unidos, principal aliado de Israel, que el mes pasado dio un plazo de 30 días al país para mejorar la situación o arriesgarse a dejar de recibir asistencia militar.
Este plazo termina mañana y, aun así, la realidad sobre el terreno es que sigue sin entrar suficiente material. En octubre solo 990 camiones con ayuda entraron en la Franja de Gaza, el número más bajo de 2024, según la ONU. Washington pidió un mínimo de 350 camiones diarios.
Hay dos motivos principales: un proceso largo y lleno de trabas para lograr los permisos de Israel y una falta de seguridad absoluta dentro de Gaza.
Uno de los grandes escollos radica en que las autoridades israelíes no ofrecen una lista oficial de artículos permitidos, por lo que la única manera de saber qué puede entrar es probar, explica a EFE Javier Suárez, coordinador de la cadena de suministros de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Suárez se encargaba hasta hace poco de coordinar y negociar con las autoridades israelíes los envíos de MSF a Gaza. Durante su labor, que duró tres meses, vio que era relativamente fácil introducir medicinas o comida, pero las trabas llegaban con artículos que Israel denomina de «uso dual».
«El problema es que no tenemos nada por escrito y las listas van cambiando», explica.
Tijeras para quirófano, camas de hospital o muletas son consideradas de «uso dual», lo que obliga a devolver todo el camión, reorganizar sus contenidos y volver a pedir autorización, empezando de cero el proceso.
Cuellos de botella
Uno de los ámbitos donde más se notan los cuellos de botella es la higiene. La basura se acumula en los improvisados campamentos de desplazados y productos como jabón o champú, que no suelen superar los controles israelíes, son casi imposibles de encontrar en los mercados. Si aparecen, es a precios desorbitados.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) trata de dar apoyo a la empresa municipal de recogida de basuras con reparaciones y combustible, y tiene un programa que ofrece dinero a ciudadanos para ayudar en la retirada de residuos. Pero el mayor problema es la falta de infraestructura.
«Simplemente no hay infraestructura suficiente, como desagües, en las zonas del sur de Gaza para responder siquiera a pequeñas cantidades de lluvia», indica a EFE Sarah Davis, portavoz del CICR en Jerusalén.
El organismo teme, a las puertas del invierno, el efecto de las lluvias y el frío en las zonas más pobladas del enclave.
La mayoría de los casi dos millones de gazatíes viven hacinados en una reducida zona entre Jan Yunis, en el sur, y Deir al Balah, en el centro, designada como «zona humanitaria» por las autoridades israelíes y plagada de tiendas de campaña, sin baños ni duchas.
En los últimos días, tras unas lluvias que duraron apenas cinco minutos, los caminos se inundaron. «Esto significa que cuando llueva la gente vivirá en el barro», asegura Davis.
«No solo hará frío y será casi imposible mantener limpios los colchones, sino que existe el riesgo de que ese barro se mezcle con las aguas residuales y la basura», añade.
Kits de invierno
Para prevenir el desastre, grupos como MSF tratan de introducir «kits de invierno», con lonas de plástico, tiendas de campaña, mantas o ropa térmica, pero según Rebeca Virseda, que coordina suministros de emergencia y está en la «zona humanitaria» de Mawasi, llevan dos meses esperando.
«No sabemos cuándo llegarán», admite. MSF tampoco ha podido introducir artículos básicos como jabón, desinfectante, mangueras o cubos.
La situación es tan desesperada que el pillaje es un problema frecuente para los organismos humanitarios, sobre todo en el norte, donde una dura ofensiva israelí ha cerrado cruces y dificultado enormemente la distribución.
En el sur el Ejército solo asegura las áreas de carga y descarga, mientras que el trayecto desde la frontera a los almacenes discurre entre bombardeos y la presencia de grupos armados.
Israel argumenta que no hay límite a la ayuda que puede entrar en Gaza, y culpa a la ONU y los organismos humanitarios de no tener recursos suficientes para distribuir el material.
«Desde el mes pasado han entrado más de 700 camiones al norte de Gaza y vamos a abrir otro cruce para la entrada de más ayuda. El problema no es la falta de ayuda, es la amenaza de que Hamás saquee los camiones», dijo recientemente el portavoz militar Nadav Shoshani.
Pero contando solo los camiones que entran (que no necesariamente se distribuyen), las cifras están muy por debajo de los 500 camiones diarios que accedían antes de la guerra, y que ya entonces eran insuficientes para cubrir las necesidades de los gazatíes.
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