San Félix.-Es difícil que una persona acuda a las puertas del cementerio a comprar un ramo de flores para llevárselo a la novia, generalmente el mortal dice: “son para muertos”.
Ana y Aracelis, convirtieron en un hábito regresar nuevamente, todas las mañanas al Cementerio Municipal Chirica, ubicado en la avenida Gumilla, a un lado del barrio Francisco de Miranda.
Una tiene más de 20 años vendiendo flores a deudos que no dejan de visitar a sus muertas; su vecina dice que perdió la cuenta del tiempo que lleva ofreciendo margarita, azucena, lirio, dalia, entre otras.
Ambas coinciden y dicen que la pandemia las obligó a salir de este sitio y buscar otra manera para sobrevivir a la crisis del país.
Otros vendedores de flores emigraron
Ana dice que los deudos siempre vienen. Algunos se acercan a comprar lo que pueden ofrendar a sus difuntos; otros las traen del jardín de su casa.
Antes de la pandemia, el número de expendedores era abrumador, “había mucha competencia y no era fácil”, apunta.
La pandemia obligó a vendedores a buscar otros oficios, motivado a que el cementerio tuvo que cerrar sus puertas y los entierros se realizaban a puertas cerradas.
Ana y Aracelis, tienen su propia clientela, a pesar que dejaron de atenderla por más de un año, algunos, siguen frecuentando el espacio de los difuntos.
No se resignan a abandonar este sitio, en donde se ganan el pan que llevan a diario a sus casas.
Ofrenda a los muertos
Llevar flores a los muertos antes del sepelio y luego a su morada es una costumbre que remonta de siglos.
Mortales honran a los fieles difuntos con un manojo de flores. Generalmente llevan la mejor ofrenda.
También, acuden con flores al velatorio, las mismas, generan aramos agradables que distrae el sentido del olfato de los olores que escapan de un cuerpo en proceso de descomposición.
Bladimir Martínez Ladera
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