Gran Canaria.- Un vigilante silencioso ha recorrido en los últimos dos meses casi 2.000 kilómetros de océano entre Azores, Madeira y Canarias recopilando datos sobre el mar y escuchando continuamente sus sonidos, con el foco puesto en los cetáceos y en cómo el ruido del tráfico marítimo altera su hábitat.
La Plataforma Oceánica de Canarias (Plocán) acaba de recoger en la costa de Gran Canaria el «Wave Glider» que sus colegas del Instituto Superior Técnico de Lisboa (IST) y la Universidad de Azores botaron en la isla de Faial el 13 de noviembre, dentro del proyecto europeo iFado, un pequeño robot de superficie que se mueve por el océano propulsado solo por la energía de las olas.
El durante 57 días, este robot ha navegado de forma pausada (a un ritmo de entre 0,1 y 3,6 kilómetros por hora, dependiendo de la intensidad del oleaje) entre los tres archipiélagos europeos del Atlántico Norte siguiendo la ruta que le marcaban a distancia desde el puerto de Taliarte, en Telde, donde tiene su base Plocán.
Los primeros resultados de su exploración están a disposición de cualquier persona interesado en ellos en internet, la ruta seguida, la temperatura de la superficie del mar, la del aire, la salinidad del agua, la presión atmosférica, la dirección y velocidad del viento, las ráfagas más destacadas.
Y todo ello en detalle, hora por hora, a lo largo de toda su travesía por el Atlántico.
Con poco más de dos metros de eslora, este navegador autónomo ha recopilado datos tan detallados o más que los que hubiera tomado un buque oceanográfico con toda una tripulación científica embarcada durante varios días o semanas de campaña, y casi sin coste.
«Esta es una de las grandes ventajas que nos ofrece la robótica marina. Cuando utilizas buques oceanográficos necesitas contar con una cantidad de personas importante. Mover un buque oceanográfico es caro, puede costar del orden de los 30.000 euros diarios. Además, cuando ponemos un buque en el mar también estamos contaminando», señala Tania Morales, ingeniera de Robótica de Plocán.
Este consorcio científico impulsado por el Gobierno de España y el de Canarias con el propósito de liderar el desarrollo de nuevas tecnologías marinas lleva años apostando por este tipo de navegadores autónomos, o «Gliders». De hecho, ha conseguido conformar una de las escuelas más prestigiosas del mundo en el manejo de este tipo de ingenios, en sus diferentes variantes.
Todos tienen una característica común: se mueven durante semanas o meses sin consumo de energía. Aprovechan para propulsarse fenómenos naturales como las olas «Wave Gliders», el viento (pequeñas tablas a vela robotizadas) o la combinación de la gravedad y el principio de Arquímedes (minisubmarinos con forma de torpedo con alas que planean en parábolas abajo y arriba bajo la superficie del mar), y el sol surte de electricidad a los instrumentos que llevan a bordo.
«Estos robots llevan como diez años en el mercado y no han parado de crecer. Es una tecnología emergente, pero que ya está presente en casi todos los países europeos y en todos los continentes. Han venido para quedarse y claramente nos van a proporcionar un conocimiento más profundo del océano», apunta Tania Morales.
En el caso de la franja del Atlántico comprendida ente Azores, Madeira y Canarias, esta exploración la financia la Unión Europea a través del proyecto iFado siglas en inglés de «Innovación en el marco del océano Atlántico profundo», que lideran instituciones científicas portuguesas y españolas, con apoyo de centros de investigación marina de Irlanda, Francia y el Reino Unido.
Con la ruta que acaba de completar este navegador autónomo no solo se buscaba recopilar datos físicos y químicos que ayuden a conocer mejor la salud del océano en esa zona del Atlántico y mejorar los modelos numéricos de predicción de vientos y corrientes, sino también comprobar si estos instrumentos pueden ayudar a proteger a los cetáceos.
El robot ha llegado a Gran Canaria con decenas de horas de grabación de sonidos captados por su hidrófono, que ahora van a ser escrutados por los científicos del proyecto.
La idea, explica la ingeniera de robótica de Plocan, consiste en averiguar si el robot ha grabado a cetáceos a su paso por los tres archipiélagos atlánticos (que en los tres casos tienen ricas poblaciones de mamíferos marinos), dilucidar de qué especies en concreto se trata, dónde se encuentran y cómo interfieren en esa zona del océano los ruidos que provocan los buques.
«Necesitamos saber cómo estamos afectando a los cetáteos para poder protegerlos, para pensar en rutas más seguras, en las que intervengamos menos en su vida diaria», resume Morales.
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