Australia, la cuarta nación con mayores reservas de tierras raras del planeta, aspira a ocupar un papel clave en la cadena global de minerales críticos tras un acuerdo firmado este lunes entre Washington y Camberra, con el que la nación austral busca posicionarse como un socio fiable y reforzar la producción.
Este lunes, el primer ministro australiano, Anthony Albanese, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmaron un histórico acuerdo por un valor aproximado de 8.500 millones de dólares estadounidenses (7.900 millones de euros), que busca reforzar la producción, el incremento del procesamiento y la exportación de tierras raras desde Australia hacia Estados Unidos.
El texto del acuerdo contempla inversiones conjuntas de al menos 1.000 millones de dólares (930 millones de euros) por parte de cada país en los próximos seis meses, y el diseño de una cartera de proyectos en minería, procesamiento y tecnología que generarán en su conjunto un valor de cerca de 13.000 millones de dólares (12.090 millones de euros) en los próximos años.
Este documento llega tras el anuncio de Pekín, que impondrá controles a la exportación de estos metales en noviembre, críticos para la industria tecnológica, militar y energética, a lo que Trump respondió con la amenaza de una subida «masiva» de aranceles.
El papel de Australia
Australia, que posee los cuartos mayores yacimientos de tierras raras del mundo (por detrás de China, Brasil e India), ha buscado durante años posicionarse como una alternativa viable a China para el suministro de recursos esenciales para vehículos eléctricos, turbinas eólicas, tecnologías de defensa y semiconductores.
Además, el país alberga al único productor de tierras raras pesadas fuera de China, a través de la compañía Lynas Rare Earths. Estas tierras raras pesadas son indispensables para la fabricación de imanes de alto rendimiento, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y tecnologías de defensa, entre otros usos estratégicos.
Desde la perspectiva de Camberra, esta alianza con Washington habilita un doble objetivo: capitalizar su gran potencial minero y, al mismo tiempo, ayudar a diversificar las cadenas de suministro mundiales de minerales críticos, hasta ahora dominadas por China.
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), China concentra alrededor del 70% de la extracción mundial y más del 90% del procesamiento de tierras raras.
En este contexto, el Gobierno australiano señala que la nueva estrategia no se limita a extraer materias primas, sino a desarrollar capacidad de transformación y procesamiento en Australia, como parte de una «industria hecha en Australia», para luego exportar valor añadido y no únicamente concentrados minerales.
El Gobierno australiano anunció recientemente la creación de una reserva nacional de minerales críticos, dotada con más de 1.200 millones de dólares australianos (720 millones de euros), destinada a respaldar proyectos locales de extracción y refinado.
Desafíos
La ambición australiana enfrenta, no obstante, algunos desafíos, ya que aunque dispone de grandes reservas, el eslabón más débil de la cadena sigue siendo el procesamiento de tierras raras, que hasta ahora solía realizarse en China para su refinado.
Finalmente, construir una cadena de valor completa, desde la mina hasta el imán permanente o el componente electrónico, requiere inversión, tiempo y, en muchas regiones, infraestructura energética y ambiental que aún debe desarrollarse. Expertos advierten que Australia podría enfrentar retos regulatorios o técnicos para escalar tan rápido como lo demanda el mercado.
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