Madrid, España. Frustrado y con amargura, Carles Rexach aún recuerda con tristeza aquella eliminatoria de semifinales de la Copa de Europa que el Barcelona perdió frente al Leeds hace justo 45 años y que acabó con el reinado de Johan Cruyff en la competición: «Fue la gran decepción de mi vida deportiva».
A lo largo de 17 temporadas, el mítico exjugador azulgrana nunca tuvo tan mal sabor de boca después de una derrota. Y eso que vivió muchas. Pero aquella, un 23 de abril de 1975, dejó marcado a un hombre que perdió la oportunidad de jugar una final de la Copa de Europa y que, sin darse cuenta, vio como Cruyff disputaría casi el que sería el último partido del torneo en toda su carrera.
La segunda mitad de la década de los setenta fue terreno abonado para el éxito de los equipos ingleses. Entre el curso 1976/77 y el 1981/82, Liverpool, Nottingham Forest y Aston Villa se repartieron todas las Copas de Europa. Pero antes, el primero en asomar la pata fue el Leeds, que llegó a la final de 1975 para perderla frente al Bayern.
CRUYFF LEVANTA AL BARCELONA
El principal perjudicado de la aparición del cuadro inglés fue el Barcelona de Cruyff, que en la campaña 1973/74 se proclamó campeón de Liga tras una sequía de catorce años. Cruyff llegó al club con el curso ya iniciado, con el Barcelona en la penúltima posición y eliminado por el Niza en la primera ronda de la Copa de la UEFA.
Cruyff levantó al cuadro azulgrana y, ya de paso, salió a tiempo del Ajax para no formar parte de la primera eliminación de la entidad neerlandesa en la Copa de Europa en tres años. El CSKA Moscú, en unos sorprendentes octavos de final, acabó con la hegemonía del Ajax. Pero, en 1975, Cruyff sumaba seis años sin perder en Europa. La última eliminación se la infligió el Milan en la final de 1969.
Envuelto en ese aura ganadora, Cruyff empujó al Barcelona hasta las semifinales del curso 1974/75. Por el camino quedaron el VÖEST Linz austríaco, el Feyenoord holandés y el Atvidabergs sueco. El Leeds era el último obstáculo para alcanzar una final que sólo había disputado (y perdido) en 1961 en el dichoso partido de los postes frente al Benfica.
DUREZA EN ELLAND ROAD
La ida, disputada en Elland Road, fue una tortura para la expedición azulgrana. Un campo en mal estado, la dureza de los jugadores británicos, una nevada copiosa el día anterior y el regreso muy justo de Johan Neeskens tras recuperarse de una lesión, no ayudaron al equipo que entonces dirigía Rinus Michels.
«Fue un partido durísimo. Terrible. Mal tiempo, nieve. El fútbol inglés de aquella época era todo pelotas a la olla y venga a saltar de cabeza. No se podían dar tres pases seguidos. Casi todas las jugadas eran divididas. Si técnicamente éramos un poco superiores, con la fuerza, el empuje, el balón que se quedaba parado, nos complicó mucho la ida», recuerda a EFE Rexach.
El Barcelona no pudo con el Leeds y perdió 2-1. Billy Bremmer y Allan Clarke marcaron con dos asistencias del delantero Joe Jordan, un hombre de gran envergadura que fue un auténtico incordio para los hombres de Michels durante todo el partido. Juan Manuel Asensi, con un disparo seco desde fuera del área, marcó para dar esperanzas al cuadro azulgrana.
DECEPCIÓN EN EL CAMP NOU
La vuelta, con un Barcelona superior técnicamente, con la necesidad de marcar solo un gol para alcanzar la final y jugando en el Camp Nou, se presumía accesible para el equipo de Cruyff. Sin embargo, el pinchazo fue tremendo. La culpa, en parte, fue de nuevo de Jordan, que a los siete minutos volvió a asistir a un compañero para abrir el marcador. El tanto de Peter Lorimer fue una losa muy pesada.
El Barcelona intentó contrarrestar ese gol con un fútbol excesivamente horizontal, pero también quiso ponerse al nivel de agresividad de sus rivales. Jordan, después del choque, llegó a quejarse de los excesos de Migueli.
«Antes la pelota iba por un lado, pasaba un tío, te pegaba un codazo en la cara y ni se preocupaban lo árbitros. Lo que dijo Jordan de Migueli… pues después de cómo fue la ida, ya estabas pendiente de decir… ‘ganar, sí ganarán, pero que nos vamos a hinchar a ostias, seguro’. Nosotros también teníamos gente que sabía repartir», dice Rexach.
«Parecía que íbamos a remontar, pero defendieron bien. Cuando metimos el 1-1 fuimos a la desesperada, pero no pudimos dar la vuelta. En ese momento, el fútbol inglés era muy agresivo. Se permitían muchas cosas. Jordan era una bestia. Era un tío que era una guerra. Saltabas con la defensa, a codazos, la pelota quedaba en el suelo y a ver quién la cogía primero. Eso nos complicó mucho la vida», agrega.
El tanto de Manolo Clares a veinte minutos para el final dio esperanzas a un grupo que murió en la orilla de la prórroga. Pero el daño ya estaba hecho. No hubo tiempo. El Leeds, consiguió anular a un rival que durante casi todo el partido firmó un fútbol espeso y lo pagó caro con una eliminación trágica.
«Fue peor que un entierro de tercera. Todos nos preguntábamos cómo se nos podía haber escapado esa final. Lo malo fue que se nos escapó en casa. Fue una decepción importante. Fue la gran decepción de mi vida deportiva».
EL FIN DEL REINADO DE CRUYFF
Rexach sólo jugó esa edición de la Copa de Europa. No participó en ninguna más. Para Cruyff, sería la penúltima. Dejaría el Barcelona en 1978 después de cinco temporadas en las que sólo ganó una Liga y una Copa del Rey. Tiempo después volvió al Ajax para disputar su último duelo en la máxima competición continental un 29 de septiembre de 1982.
El Celtic, en primera ronda, se cruzó por su camino para despedir para siempre a Cruyff del torneo. Esa derrota fue menos amarga que la que sufrió ante el Leeds. Muchos cargaron contra «El Flaco» por su juego en los dos encuentros. Lorimer dijo que su nivel fue «muy bajo», L’Equipe afirmó que sobre el césped se vio a «un rey sin corona» y prestigiosos periodistas como Brian Glanville declaró que Cruyff pareció «un jugador vulgar y corriente».
Así de amargo fue el fin del reinado de Cruyff en la Copa de Europa. Después, con el Barcelona, sólo disputaría la UEFA. Llegó a semifinales un par de veces y fue eliminado por el PSV y por el Liverpool. Fueron dos grandes derrotas, pero ninguna comparada a la decepción del Leeds, que tras casi seis años dejó sin corona al rey del torneo. Rexach, su gran amigo, aún no puede olvidarlo.
EFE noticias
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