Toneladas de desechos sólidos, erosión, impacto en fuentes hídricas, deforestación, son las «cicatrices» que está dejando el paso masivo de migrantes por la jungla del Darién, en Panamá. Para sanarlas, se requieren planes de restauración millonarios y muchos años, alertaron las autoridades.
El Tapón del Darién es el pulmón natural que enlaza Centroamérica con el sur del continente. Es un parque nacional panameño de 579.000 hectáreas que está inscrito desde 1981 como un sitio Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Pero este paraje inhóspito, poseedor de «una excepcional variedad de hábitats» que incluyen playas de arena, litorales rocosos, manglares, marismas y bosques tropicales de tierras altas y bajas, como lo describe la Unesco, está sufriendo el impacto del drama de la migración irregular que sacude al continente americano.
Aunque la migración masiva es un fenómeno que se hizo visible en esta peligrosa jungla en el 2015-2016 con una oleada de cubanos viajando hacia Estados Unidos, la actual e inédita crisis estalló en el 2021.
Entre enero de 2021 e inicios de este mes de octubre han cruzado la selva más de 784.000 personas, según datos del Gobierno de Panamá, el único país del continente que colecta la información biométrica de los viajeros y les ofrece salud y alimentación.
Los desechos sólidos en la jungla, la otra crisis
El Ministerio de Ambiente de Panamá calcula que cada migrante deja en el Darién unas 20 libras (9 kilos) de desechos durante su travesía por la jungla, que dura una media estimada de 5 días y se hace a través de cuatro rutas, como han identificado las autoridades de Seguridad panameñas.
Tres rutas pasan por el bosque protegido y una por la Reserva Hidrológica Serranía del Darién, explicó a EFE el director nacional de Áreas Protegidas y Biodiversidad del Ministerio de Ambiente, José Félix Victoria, que añadió que el tránsito de migrantes por esas áreas ha afectado 37 quebradas y 20 ríos.
«Vemos que se producen una gran cantidad de residuos que son biodegradables, como papeles, cartón y otros materiales. Pero hay otros que no lo son. Un porcentaje de estos son transportados por las quebradas, los arroyos, que los llevan a los cursos de los ríos principales y estos al mar», precisó.
Es así que las autoridades ambientales calculan que en la jungla «podría haber un remanente del 60 % de los residuos sólidos que no se han biodegradado y que no han sido removidos por estas fuentes hídricas», dijo Victoria, sin aportar más cifras.
Durante el recorrido los migrantes van dejando a su paso mochilas, ropa, calzado, botellas de plástico, latas, pañales usados… un peso que, agotados tras días de caminata por la selva, son incapaces de portar, siendo muy visibles en las orillas de los ríos, que hacen de ruta natural.
La Presidencia de Panamá informó a finales de agosto pasado que se acumulaban unas «9.000 toneladas de basura en la frontera» selvática con Colombia, y que tomaría «60 años restaurarla y eliminarla».
El paso más urgente es la gestión de esos desechos. Para una primera «etapa de emergencia se necesitaría alrededor de 1 millón de dólares» para recoger y sacar la basura por vía terrestre, fluvial y área e «involucrando mano de obra local», unos fondos que aunque fueron solicitados no han sido asignados, dijo Victoria.
«Ojalá lo pudiéramos tener (el dinero), una parte, en lo que resta de año y abocarnos a trabajo mayoritario en el 2024», expresó el funcionario.
Este programa de manejo de residuos «se pudiera después asociar con alguna ONG que pudiera hacer la clasificación» de estos a efectos de reciclaje o reutilización, añadió.
Fondos millonarios para ayudar a la naturaleza
Se requieren más de 11,9 millones de dólares para restaurar los daños ambientales por el paso de migrantes por el parque natural, incluida la recuperación de la flora y del suelo, y el inicio de estudios para conocer el impacto en las fuentes hídricas y en la biodiversidad, según las estimaciones del Ministerio de Ambiente realizada con proyecciones al cierre de 2023.
Lo más difícil y que llevará más tiempo es el combate a la erosión, que afecta a 391.803,78 metros cúbicos de suelo en las cuatro rutas identificadas.
Esto requerirá, dijo Victoria, «el cercamiento de las áreas, para que no sean impactadas más, el desvío de drenajes y algún programa de reforestación», algo que luce complicado en un escenario de constante paso de migrantes.
La tala de árboles ha afectado unas 8 hectáreas, precisó el director, que aclaró que «el migrante no produce deforestación» en el Darién.
«¿Cuándo se va a recuperar el medio ambiente? Eso demorará años, principalmente el suelo. Diez, 15, 20 años. La naturaleza va cerrando las cicatrices y nosotros lo que haríamos es ayudarla», añadió.
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