El destacado líder bielorruso en el exilio Pavel Latushko dice en entrevista con EFE que Moscú nunca perdonará al régimen de Minsk haber intercedido en la crisis provocada por los mercenarios de Wagner y liga el futuro inmediato de su país al de la guerra en Ucrania.
Latushko, que coordina a la oposición desde Varsovia, afirma que el presidente ruso, Vladímir Putin, «nunca le perdonará a (el presidente bielorruso) Aleksándr Lukashenko» la «humillación» de haber intercedido en la crisis provocada por la insurrección del Grupo Wagner.
Es vicepresidente del Gabinete Unificado de Transición de Bielorrusia, que representa y coordina desde el exilio a la oposición democrática de ese país, y cree que el motín de los mercenarios «provocó (…) la mayor movilización desde agosto de 2020 o febrero de 2022 entre la diáspora bielorrusa», un colectivo que espera con expectación que llegue «el momento decisivo» que conlleve el fin de Lukashenko.
«¿Cuál podría ser el momento decisivo para que actúen los bielorrusos? Podría ser aquel en el que Ucrania entre en Crimea, el de la desestabilización de Moscú, un cambio de autoridad en Rusia…», explica Latushko. «Hay un gran movimiento clandestino en mi país, hay guerrilleros bielorrusos luchando con el Ejército de Ucrania que están dispuestos a volver y liberar Bielorrusia», añade.
La posibilidad de que Yevgueni Progozhin y miles de sus mercenarios se acantonen en territorio bielorruso fue, en un principio, «una victoria táctica» para Lukashenko, pero puede tornarse en «una derrota estratégica» en el futuro, según Latushko, quien dice tener constancia de que «entre los generales bielorrusos se rumorea que (acoger a los Wagner) fue una mala decisión», ya que, se pregunta, «¿qué le impediría a Prigozhin hacer una marcha hacia Minsk igual que hizo una marcha hacia Moscú?».
«Lukashenko y Putin son dictadores. Y un dictador nunca le perdona a otro una humillación. Putin jamás le perdonará a Lukashenko el hecho de que se aprovechó de un momento de debilidad. Y resulta que ahora Lukashenko es muy popular en Rusia», subraya Latushko.
Dice que las difíciles circunstancias que atraviesa el régimen de Lukashenko tras 29 años en el poder mantienen a Bielorrusia en una continua encrucijada en la que muchas de las decisiones están forzadas por las exigencias rusas, el descontento interno, el enfrentamiento con occidente y la necesidad del dictador más longevo de Europa de sobrevivir a toda costa.
Un ejemplo claro de este difícil equilibrio fue la decisión de Putin de transferir armas nucleares en territorio bielorruso, lo que puede, aventura Latushko, ser «una herramienta para mantenerse en el poder, para hacer chantaje con las sanciones internacionales» y por otro lado entraña el riesgo de desencadenar una espiral de consecuencias imprevisibles.
«¿Qué pasaría si se usase un arma nuclear táctica rusa (contra Ucrania) desde Bielorrusia? Habría una reunión en Bruselas y se tendría que decidir: ¿contra quién dirigimos el ataque de represalia? ¿Algunos dirán que contra Rusia, porque son armas rusas, otros dirán que contra Bielorrusia por albergar esas armas. Con eso es con lo que cuentan Putin y Lukashenko», dice Latushko.
Por eso, piensa, «gran parte del futuro de Bielorrusia depende de lo que ocurra en Ucrania (…) y su victoria sobre Rusia significaría la imposibilidad para el Kremlin de implementar su política de influencia y presión sobre los países que quiere conquistar, como ha sido el caso de Bielorrusia durante décadas».
En la estela de todo conflicto están siempre las víctimas civiles, y esa es una de las grandes preocupaciones de Latushko y su equipo, que acaba de presentar en el Tribunal de La Haya documentación sobre «la entrega ilegal de huérfanos ucranianos a Bielorrusia para su re-educación y adoctrinamiento ideológico. Se trata de niños de 15 ciudades ucranianas, hemos documentado 16 casos, pero tenemos constancia de 2.100», asegura.
Latushko, cuyos familiares dice han sido víctimas de la represión de Lukashenko, subraya que «también sabemos de miles de casos de asesinatos, violaciones de hombres y mujeres, 103.000 deportaciones forzosas… Lukashenko es cómplice de crímenes contra la humanidad y debe ser juzgado por ello».
Agrega que Occidente no es suficientemente duro contra un dictador que «preparó la guerra contra Ucrania, pues la guerra comenzó desde el territorio de Bielorrusia, planeó el secuestro del avión civil de Ryanair (para secuestrar a refugiados políticos), organizó la guerra migratoria contra la Unión Europea, ahora tiene armas nucleares, está trayendo a Wagner a Bielorrusia… ¿Qué más debería hacer Lukashenko para que haya sanciones más duras?».
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