“En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad les digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta en honor, entre otros santos, a San Rosendo, quien nace en Galicia en el año 907, y muere a los 70 años de edad, el primero de marzo del año 977, cuando ya estaba retirado en un monasterio gallego. Fue Obispo y trabajó en Orense y Santiago de Compostela, al final de la edad media. Se distinguió por su espíritu de penitencia y desprendimiento.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Marcos capítulo 10, versos del 28 al 31, en el que se destaca la intervención del Apóstol Pedro, que busca ser premiado por lo que realiza y espera del Maestro una compensación. JESÚS, le deja claro que, con su exigencia de abandonar casa, hermanos, madre, padre, hijos, y campos, no los pone en apuro, ya que solo se dejan esas realidades importantes, por algo que es mucho más grande: El Reino de DIOS, que se visualiza en la construcción del mundo nuevo de Justicia y Paz, donde los bienes de la creación sean disfrutados como bienes comunes y no individuales.
Es la opción por el desapego a los bienes privados, para gozar del bien comunitario y compartido. Por eso es que el Maestro nos enseña que Él, no solo pide y exige, sino que también concede lo que promete. Por lo que aprovecha para aclararnos que sus promesas son de tres clases: la primera promesa se refiere al tener el ciento por uno en este mundo, pues quien ofrece Bien, Amor, y Misericordia, recibirá un trato similar por parte de sus semejantes.
La segunda promesa corresponde a las persecuciones, ya que podemos recibir buenas atenciones por parte de quienes admiran la obra de JESÚS, pero quienes no lo aceptan, siempre tratarán de obstaculizar la tarea de todos aquellos que busquen la promoción humana con criterios de igualdad y justicia. La tercera promesa corresponde a la vida eterna, con esta visión de escatología futura, JESÚS manifiesta nuestra condición de seres trascendentes capaces de mantener una relación estrecha y duradera con nuestro CREADOR.
Al confrontarnos con el texto y ver la actitud del Apóstol Pedro, podemos decir que, en él, estamos también representados muchos de nosotros, porque nos cuesta vivir desde la gratuidad. Y casi siempre anhelamos que se nos reconozca y agradezca de algún modo lo que hacemos. Sin comprender que si abrimos nuestro corazón al seguimiento de JESÚS crecemos en generosidad, como la semilla que germina de manera misteriosa, ya que, en la medida que comenzamos a ser solidarios y dar sin estar calculando, al final podremos cotejar que recibimos mucho más de lo que podemos dar o esperar.
Es claro que para muchos de nosotros el seguimiento a JESÚS, puede resultar muy exigente, porque no es cuestión de superficialidades, o de posturas acomodaticias, y aun cuando la gente de este mudo haya falseado los valores fundamentales teniendo como buenas las riquezas mal habidas y los éxitos a costa de la explotación de los demás, DIOS tiene su propia lógica, y es esta, la lógica que JESÚS presenta a sus discípulos. De allí que estemos constantemente invitados a darle sentido profundo a la radicalidad de ser discípulos de JESÚS. Y a saber que, vivir esa radicalidad, muchas veces es ir en contra de lo que la sociedad ha establecido como bueno o importante.
Por eso es que hoy es el día para preguntarnos: ¿Estoy dispuesto a seguir con radicalidad la llamada de JESÚS? ¿Qué sentido le doy a las renuncias que hago o hecho en mi vida? ¿Mi actitud es puramente negativa? O ¿Más bien hago una opción más radical que me lleva a darle sentido a la renuncia que he hecho, para ponerme al servicio de todos, tal como lo hizo JESÚS?.
Señor JESÚS, concédenos la audacia de dejarlo todo y de seguirte con el mismo entusiasmo, que le pusieron Tus primeros discípulos y así poder llevar a muchos al encuentro Contigo y juntos podamos disfrutar de los Valores de Tu Reino en este mundo terrenal y el Gozo definitivo de la Vida Eterna. Amén.
Luis Perdomo
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