Madrid.-Fernando Meirelles se reconoce un «gran fan» del papa Francisco y fue una de las razones para dirigir «Los dos papas», una película en la que no oculta el lado oscuro del pontífice pero con un envoltorio brillante y lleno de humor «para aligerar el relato».
Protagonizada de manera brillante por Jonathan Pryce como el papa Francisco y Anthony Hopkins como Benedicto XVI, el filme muestra los posibles encuentros entre los dos pontífices en un ejercicio de estilo, de humor y de elegancia, que llega este viernes a las pantallas de Netflix.
Una película que inicialmente iba a ser un retrato de Francisco, pero que al encontrar el libro de Anthony McCarten, pasó a contar con la figura de Benedicto XVI como contrapeso de la figura del argentino.
«Toda la historia está basada en una profunda investigación, en entrevistas, en libros, sus sermones», explica Fernando Meirelles. Incluso algunos de sus discursos se transformaron, palabra por palabra, en diálogos.
Detalles como el gusto de Benedicto por la Fanta o la pasión de Francisco por el fútbol y, sobre todo, por el club del San Lorenzo, son hechos reales que han contribuido a dar veracidad a una película que recrea lo que pudieron ser esos encuentros y la relación entre los dos papas.
Y que pasa, con menos profundidad de lo que algunos les hubiera gustado, por el pasado comprometido de ambos papas.
Por su papel en la época de la dictadura en Argentina en el caso de Francisco y por su relación con el nazismo en el de Benedicto.
Los dos temas salen en el filme, más la actitud silente de Francisco en su país cuando era el máximo responsable de los jesuitas, ya que Meirelles construye la narración con flashbacks a la juventud del argentino.
Y menos del pasado de Benedicto o de su encubrimiento de los casos de violaciones de menores por parte de sacerdotes. Se lo confiesa a Francisco en una conversación que Meirelles ha preferido apenas esbozar porque, aunque había mucho metraje rodado, se dio cuenta de que si permanecía esa parte, la película pasaba a ser una historia sobre los problemas de la Iglesia.
En cualquier caso, precisa Fernando Meirelles, «no era la intención hacer un blanqueo al Vaticano, en el filme hablamos de corrupción y de abuso infantil, para mí es una película muy honesta».
El director de «Ciudad de Dios» (2002) no ha querido evitar ningún tema espinoso y reconoce que aunque ahora la situación está más tranquila, «hace dos o tres años había muchos reproches contra Francisco en América Latina».
Incluso recuerda que el primer compositor en quien pensó para hacer la banda sonora de la película fue el argentino Gustavo Santaolalla, que rechazó de plano el ofrecimiento.
«Me dijo que jamás participaría en una película del papa porque es un colaboracionista. No está solo con esa idea, hay mucha gente que piensa así», reconoce Meirelles, que sin embargo considera «la agenda política actual necesita muchos más hombres como Francisco».
«Soy un gran fan del papa Francisco», afirma el brasileño, a quien no le importa reconocer que pensó «que haría más cambios en la iglesia de los que está haciendo».
«Pensé que sería un revolucionario como lo fue Juan XXIII en su época, pero aún así creo que es un papado muy importante», agrega el realizador, que muestra en la película el carisma del papa argentino a través de una soberbia interpretación de Pryce, nominado al Globo de Oro por su trabajo, al igual que Hopkins.
Pryce fue su primera opción para interpretar a Francisco, por su parecido físico y enérgico, pero Netflix necesitaba un nombre fuerte en el cartel y hasta que Hopkins no aceptó interpretar a Benedicto no pudieron su contratación.
Dos actores muy diferentes. Hopkins un pianista, metódico y muy meticuloso, que necesitaba un guion completamente cerrado para trabajar. Mientras que Pryce es como un músico de jazz de la interpretación, no tan interesado en las palabras como en el lenguaje corporal y el estado mental de su personaje.
El resultado es un juego actoral rico y lleno de matices, con una preciosista recreación del Vaticano y de la Capilla Sixtina pese a la imposibilidad de rodar en escenarios reales y que ha sido recibida con un cierto alivio por personas cercanas al papa Francisco como el cardenal Turkson, de Ghana, que vio el filme, le gustó y dijo que se lo esperaba peor, más crítico.
Tanto, que pidió al equipo de la película que le facilitara un DVD para enseñárselo a Francisco.
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