La comunidad Hato Borges, situada en la parroquia 11 de Abril, San Félix, enfrenta una crisis humanitaria alarmante. Con más 18 años de existencia, esta invasión fue establecida por personas sin hogar que ocuparon terrenos privados para construir sus viviendas.
En los actuales momentos el número de niños que habitan en esta área es incalculable, y muchas de las casas carecen de servicios básicos como pozos sépticos y agua potable. La situación se agrava por el hacinamiento extremo en el que viven algunas familias.
Hato Borges, anteriormente era una zona ganadera, se encuentra rodeado por otras invasiones como 25 de Marzo y La Curiara, todas estas comunidades no solo luchan contra la falta de infraestructuras adecuadas, sino también contra el creciente abandono gubernamental y violencia.
Pobreza extrema
Las calles de dicho vecindario son un reflejo de la precariedad que viven sus habitantes, por ser de tierra, otras son caminos escabrosos, e inseguros para los que habitan este sector.
La luz eléctrica llega a las casas de manera improvisada, a través de alambres sostenidos con pedazos de maderas para prevenir cortocircuitos.
Además, los vecinos enfrentan la ausencia de una red de aguas negras, muchos hogares dependen de pozos sépticos, pero algunos de estos sistemas están colapsados, aquellas casas que no cuentan con séptico, la gente se ve obligada a satisfacer su necesidad en el monte, lo que agrava aún más su situación.
Una familia de diez personas vive en una habitación construida con desechos, sobre una estructura de metal que sería una vivienda de Barrio Adentro, sin embargo, el programa del Gobierno nacional, no se concretó y solo quedó la loza y una familia desprotegida.
Fogón y cocinas eléctricas
Marbella Bonardez, es una residente de la comunidad que ha enfrentado grandes desafíos para construir su hogar. Sin un techo propio, se vio obligada a edificar su casa en un terreno que no le pertenecía, utilizando sus propios recursos para instalar el agua y electricidad.
“El barrio no cuenta con los servicios básicos, el gas tiene tres meses que no llega a la comunidad. Lo único que recibimos es la bolsa que no es mucho pero en algo compensa”, comenta.
A pesar de las dificultades, Marbella se siente afortunada por contar con una cocina eléctrica para preparar sus alimentos, mientras que otros vecinos deben recurrir a métodos más rudimentarios como cocinar en un fogón.
La lucha por mejorar las condiciones de vida de esta comunidad es constante, y Licett Marcano, es un claro ejemplo de esta realidad. Con cinco hijos, el menor de apenas un año y el mayor de diez, ella habita en una casa que no es de su propiedad, la falta de servicios básicos es evidente; desde hace tres meses, el gas no llega al barrio, lo que la obliga a cocina en un fogón.
Su situación se complica aún más debido a que la inestabilidad laboral de su esposo, quien no tiene un empleo fijo, para subsistir, se dedica a “matar tigritos”, un término local que refiere a realizar trabajos temporales como cortar maleza y otros oficios esporádicos que se le ofrecen.
La realidad de Licett, es la de muchas personas que invadieron este terreno para construir sus viviendas, en más de 18 años que se establecieron en este terreno, no han podido obtener los servicios básicos, “el Gobierno nacional, regional y local, saben de nuestra existencia, pero la negligencia no les permite hacer algo por nosotros”, es lo que apuntó otro vecino.
Marbella y Licett, habitan en Hato Borges, la primera es afortunada por tener una cocina eléctrica, mientras que la segunda tiene que cocinar sus alimentos en un fogón
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