Se necesitan alrededor de 60.000 pares de zapatos para cubrir la demanda nacional, de los cuales apenas se fabrican entre 15.000 y 18.000, según cifras aportadas por la Cámara Venezolana del Calzado y Componentes (Cavecal).
La industria nacional se encuentra a media marcha y los costos de producción superan los niveles óptimos dada la falta de materia prima, la escasez de la mano de obra, los cortes de energía y la obsolescencia de la tecnología y de la maquinaria, que denotan al menos una década de atraso por los embates de la crisis económica.
Los importadores, que suplen el 75% restante del mercado, tampoco la han tenido fácil. “En 2020 muchas fábricas chinas cerraron por la pandemia afectando la cadena de suministros y las pocas que sobrevivieron han aumentado los precios; a ello se sumó la crisis de los contenedores y más recientemente, el aumento del flete marítimo”, explica Richard Jreich, representante para Latinoamérica de la firma española Panots.
Las pérdidas chinas por el coronavirus
Jreich apunta que producir calzado se ha incrementado alrededor de un 25% en los últimos dos años, “los empresarios tenemos que maniobrar para que ese coste no se traslade al producto y pueda seguir siendo accesible para el consumidor”.
“Es una situación difícil para todos, desde los importadores de siempre hasta los que quieren comenzar de cero: el capital que tienes no te alcanza para comprar la misma cantidad de materia prima que hace uno o dos años y por otra parte, China debe cumplir con muchas compañías alrededor del mundo y da preferencia a los clientes habituales o de mayor volumen”, comenta Richard Jreich, quien posee una larga experiencia en la comercialización de calzado en el mercado venezolano.
Los efectos de la guerra
Se calcula que hasta el 80% de los bienes mundiales transitan por agua. Se estima que la guerra entre Ucrania y Rusia ha incrementado el coste del flete marítimo en un 40% y el Fondo Monetario Internacional (FMI) señala que los efectos inflacionarios sobre los precios se extenderán hasta 2023.
Después del impacto de los cuellos de botellas a consecuencia de la pandemia del Coronavirus en 2020, cuando las tarifas en algunas rutas desde Asia llegaron a multiplicarse por diez, el conflicto militar en Ucrania le asesta otro duro golpe al comercio internacional.
A los problemas de transporte se suma el incremento del precio del combustible: el petróleo está por encima de los 100 dólares el barril, lo que significa un aumento de más del 10% respecto a antes de la guerra y el diésel alcanza sus máximos históricos.
Richard Jreich puntualiza que “Si empezáramos a sumar los aumentos desde el inicio de la cadena, el precio de un par de zapatos podría llegar a duplicarse fácilmente. Pero los importadores hacemos magia”.
Tomado de Banca y Negocios
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