Ciudad Guayana.- Sobre un colchón viejo y desgastado reposa Inmaculada Concepción, una mujer de 73 años que soporta a diario el malestar que produce la diabetes y otras enfermedades que se la han desarrollado a lo largo de estos años.
Concepción, también conocida como «Conchita», reside en un pequeño rancho al que le lloran las paredes y el techo se le cae a pedazos. Está ubicado en el sector Chirica Vieja, vía Upata, en San Félix.
Conchita es viuda y madre de tres hijos. Actualmente, vive con un uno de ellos, Ruger Aular. Ambos intentan sobrevivir en medio de tanta austeridad.
Sus días son largos y agotadores. María Concepción ya no puede levantarse de su cama, aparte de sufrir con la diabetes, tiene una discapacidad visual y motriz.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 422 millones de personas padecen esta enfermedad, que se manifiesta cuando el páncreas no genera insulina suficiente.
La diabetes puede causar otras enfermedades como ceguera, accidente cerebrovascular, amputaciones e insuficiencia renal.
Con ese profundo malestar, María Concepción pronuncia palabras de agradecimiento, siempre.
Se muestra agradecida con sus hermanas de la Iglesia San Miguel Arcángel, con sus vecinos y con su hijo Ruger.
«A mí se me murieron mis papás, mis hermanas y mi compañero de vida, por lo tanto, estoy huérfana y viuda de casi todo. Sin embargo, no dejo de ser agradecida con mis hermanas de la iglesia que vienen todos los sábados para poder asearme y están pendientes de mí», expresa Conchita con voz pausada y lágrimas en los ojos.
Condiciones de vida
El día a día de Conchita no es fácil, a simple vista se percibe la carencia de todo, hasta lo más imprescindible.
Su discapacidad motriz le impide levantarse de la cama. Antes contaba con una silla de ruedas, pero los años y el desgaste causaron estragos en ella, hoy se encuentra sin cauchos ni reposapiés.
Es por eso que Conchita pasa el mayor tiempo posible en la cama, sobre un colchón que ya no da para más. Está cansada, dice que los resortes la maltratan, incluso, les han dejado lesiones en su cuerpo.
Quienes le brindan ayuda, le dan de comer, la asean y están pendiente de sus necesidades fisiológicas que, lamentablemente, debe hacer en la misma cama donde reposa.
Entre tantas carencias, Conchita pide una cocina. «Mis vecinos nos pasan un bocado de comida ya que la nuestra no sirve, se nos quemó hace tiempo», comenta.
Familiares
La ausencia de sus familiares ya es una costumbre en las cuatro paredes que arropan a Conchita. A pesar de ser madre de tres hijos y abuela de 10 nietos, confiesa que se le hace raro cuando sabe de alguno de ellos.
Ruger Aular es el único de sus hijos que la acompaña. Él trabaja en la Clínica Virgen del Carmen, en San Félix, y con su escaso sueldo, intenta sostener tanto a él como a su madre.
Aporte
Conchita necesita de la ayuda de todos para sobrellevar este episodio de su vida en que la escasez apremia.
Requiere con urgencia una silla de rueda que le permita movilizarse, un colchón antiescara donde pueda descansar y pañales para adultos.
«Ayúdenme por favor, aquí no viene nadie, ni médicos. Y se me dificulta yo poder ir», es la súplica de Inmaculada Concepción, Conchita.
Stephane Hernández
Pasante
@stephanedhv
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