Un hombre humilde, pausado para responder, impecable para vestir y sobre todo con vocación de servicio, así es José Candelario Gómez Rincones quien el 2 de febrero cumple 70 años, de los cuales 58 ha dedicado al oficio de mesero.
Aplica la lógica del evangelio: es mucho mejor servir que ser servido. Sus amigos lo llaman “Coco el Pelón”, el nudo de la corbata lo describe como una persona elegante, mientras que el pisa corbata lo define como un hombre seguro, no cavila para tomar una decisión.
No le pregunte, el significado de llevar el anillo de matrimonio en el dedo medio; aunque, pudiera ser por la relación matrimonial, estable y duradera que tiene con su actual esposa.
Hijo de padres agricultores y pescadores, oriundo del sector Santa Cruz del Orinoco, municipio José Gregorio Monagas del estado Anzoátegui, uno de los mayores de 12 hermanos.
Cuando tenía 15 años, sus padres migraron a Ciudad Bolívar. Se establecieron en la calle Dalla Costa, a escasos metros de Radio Bolívar y diario El Expreso.
Solo pudo cursar estudios hasta cuarto año de bachillerato, a los 18 años, se vio en la obligación de buscar trabajo. Su primer empleo fue en la tienda de discos La Moda en Discos, ubicada en la avenida Cumaná.
Se acuerda que para ese entonces, estaba pegada la canción “Aleluya” de Cherry Navarro, en las emisoras. Duró dos años como empleado en el mencionado negocio; luego se instaló en “Heladería Los Arpes” del Pasaje Bolívar.
José Candelario, a la edad de los 21 años se casa, luego decide incursionar como mesonero. Consigue empleo en Restaurante La Granja, “atendía a muchos estudiantes de medicina, algunos de ellos, ahora me los consigo en la calle”, explicó en una entrevista que concedió al periodista de soynuevaprensadigital.com.
Todo un periplo
Por segunda vez, se une en matrimonio y tienen 1 hijo, pero las cosas no llegaron a consolidarse y es cuando se casa nuevamente, ya han pasado 35 años, de esa unión nace una hija, actualmente tiene 33 años, contadora de profesión.
Son 58 años laborando como mesonero, dice que aterrizó en Puerto Ordaz, específicamente en el negocio Antony Bar de la carrera Táchira, en el año de 1984 trabajó en el Hotel Intercontinental Guayana; luego en El Bigote del Abuelo, Hotel Embajador, Bonanza Grill, se encargó de las piscinas del Club Portugués y actualmente tiene 23 años en Café 2000 del Centro Comercial Ciudad Alta Vista.
-Todos los días aprendo algo nuevo de la gente, no dejo de atender a los clientes con el mismo cariño. Durante este transitar por restaurantes, hoteles, bares y otros negocios, aprendí de cocina, bebidas…, conozco del arte culinario.
Menciona cuatro figuras públicas, reconocidas que has atendido
-Teodoro Pektoff, José Vicente Rangel, Claudio Fermín y Leopoldo López, cuando era alcalde de Chacao, llegó a este restaurante en cuatro oportunidades y pedía que yo lo atendiera.
Recuerdo que el alcalde de Chacao, siempre solicitaba un desayuno criollo. El desayuno criollo trae caraota, huevo frito y otros contornos, pero le gustaba a esa hora este plato, estas personas trasmitían humildad y sencillez.
Dice que tuvo una mala experiencia, a pesar que sobrevivió a los dos años de pandemia, dos veces lo atacó el Covid, “gracias a Dios que no ingresé a un hospital. Con medicinas naturales combatí el virus. También mi esposa resultó infectada, ambos salimos ilesos”.
¿Cómo te sientes con 70 años y 58 años sirviéndole a la gente?
-Soy afortunado, Dios me ha hecho un hombre privilegiado. Me entristezco cuando veo a un conocido contemporáneo con muchos problemas de salud y dificultad para desplazarse.
¿Qué me dices de las propinas?
-Mal, esa cultura se perdió. Creo que es por la misma situación económica que vive el país, ese hábito de dejar algo en la mesa va desapareciendo. Me atrevo a decir que un 80 por ciento no tiene para agradecer por el buen servicio que presta el mesonero. Un 20 por ciento aún deja la tan apreciada propina.
Háblame de la afluencia de clientes
-Cuando me inicie en Café 2000 estábamos seis mesoneros. La gente esperaba en cola, hasta que otros clientes se levantaran de una de las mesas, no se iban a otro lado; ahora la afluencia es muy poca.
-Las personas preguntan precios, van a otros negocios en donde pueden conseguir un café más barato, pero no con la misma calidad. Los días malos varían, un lunes puede ser bueno, como un sábado puede ser malo.
-Anteriormente este café era frecuentado por muchos abogados y otros profesionales, ya las personas dejaron de reunirse para debatir en una tertulia, con una taza de guayoyo, o un marroncito al lado.
-Pienso que uno de los grandes problemas que se vive en el país, es la situación económica. Se acabó el derroche, los lujos y otras apetencias del hombre.
¿En algún momento has pensado en migrar a otro país?
-Sí, pero no creo que lo haga, a mi edad jamás. Venezuela es un país de oportunidades, es un paraíso, tierra bendecida por Dios. Así como existen personas que han perdido las esperanzas, también hay muchas que saben que de un momento a otro va llegar ese cambio.
¿Cómo te describes?
-Como un hombre con principios, temeroso de Dios, seguro de lo que hago, con gran calidad humana, soy cordial, amable y caballeroso.
¿Cómo te gusta el café?
-Guayoyo, por ser menos fuerte.
Una vez concluida la entrevista, salió a atender a una pareja que se había ubicado en una de las mesas del café, mientras conversamos no llegó a separarse del lito, un paño blanco de algodón que llevan los meseros de profesión para limpiar las mesas y atender a los comensales.
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