Los dos corredores que van a centrar la batalla de los próximos días han ido moviendo peones a lo largo de la temporada con la vista puesta en el escalón más alto del podio de París el próximo 23 de julio.
Entre ambos se reparten las tres últimas ediciones y dos de los tres segundos puestos, algo que con los 24 años del esloveno y los 27 del danés, augura unos cuantos años de rivalidad por todo lo alto.
Pero en las últimas semanas han tratado de pasarse la presión para intentar llegar en las mejores condiciones a la carrera.
Todo les separa a estos dos ciclistas originarios de países poco acostumbrados a tener campeones ciclistas, pero que se han ido haciendo un hueco entre los mejores.
Mientras Vingegaard es tímido e introvertido, sus declaraciones son planas, a Pogacar le gusta aparecer como un ciclista valiente y ambicioso que no oculta sus cartas.
Junto a figuras como Kylian Mbappé o Carlos Alcaraz, forma parte de una generación que no abraza la modestia que han tenido otros grandes campeones.
Pero el esloveno ha dejado claro que esta ocasión el defensor del título es el favorito, no solo por su condición de ganador de la pasada edición, también porque él llega con un saco de incertidumbre ligado a su lesión en la muñeca sufrida en la pasada Lieja-Bastona-Lieja.
EL NUEVO CANÍBAL
Hasta esa desgracia, el ciclista del UAE había completado una temporada increíble, con doce victorias en 18 días de competición que habían vuelto a poner de moda las comparaciones, ya recurrentes, con el «caníbal» Eddy Merckx.
La Vuelta a Andalucía y la París-Niza, con tres triunfos de etapa en cada una de ellas, fueron el prólogo de una actuación brillante en las clásicas, con triunfos en Amstel Gold Race, la Flecha-Valona y la obra maestra firmada en el Tour de Flandes frente a los grandes especialistas en la materia.
Una progresión que se vio bruscamente frenada el 23 de abril en el kilómetro 84 de la Lieja, cuando se vio implicado en una caída con el danés Mikkel Honoré, la primera de su carrera profesional, que le provocó una fractura en el escafoides y dos meses y medio sin competición.
Desde el mismo día de la caída, un terremoto en el mundo del ciclismo, su objetivo pasaba por recuperarse para el Tour, algo que fue paulatino y que tuvo fases de desesperación, según confesó el ciclista en una entrevista al diario L’Équipe.
Pogacar no pudo participar en la Dauphiné, que en su calendario figuraba como la última etapa para poner a punto en motor de cara al Tour y en el que, casi sin rival, Vingegaard logró un triunfo de prestigio.
El estado de forma del esloveno es, por tanto, un interrogante en los días previos al inicio de la prueba y tanto él como el UAE se obstinan en afirmar que la presión está del lado del danés.
El corredor ha aprendido las lecciones del año pasado, cuando su exceso de arrogancia acabó por pasarle factura en las rampas del Granon, donde una ofensiva masiva y coordinada del Jumbo encumbró a Vingegaard.
«Creo que estoy en forma para el Tour, pero mi forma de afrontarlo es totalmente diferente al año pasado. Cuando defiendes el título no tienes la misma presión que cuando tienes que reconquistarlo. Me encuentro muy tranquilo, no tengo nada que perder», asegura.
El danés asegura que llega en el momento de forma que se había planteado, pero desconfía de los movimientos de su rival para poner la presión sobre sus espaldas.
«Poco importa quien diga quién es el favorito, lo importante es quien esté en la mejor forma, nos vamos a hacer un buen marcaje. No importa lo que diga el otro, importa como respondas. Yo también podría decir que él es el favorito», afirma el corredor del Jumbo.
El duelo está por todo lo alto y tiene tantos voltios que ha eclipsado al resto del pelotón, a quien pocos otorgan opciones de subirse al primer escalón del podio de París.
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