Trinidad y Tobago es el mayor exportador de gas natural licuado en América Latina, pero enfrenta una urgente necesidad de gas metano para su producción petroquímica y de aluminio.
Su única solución a mediano plazo es el gas venezolano, aunque Venezuela ordenó la suspensión de los acuerdos gasíferos con la isla, una medida que expertos como Francisco Monaldi, economista de la Universidad Rice, califican de probablemente temporal y con impacto inmediato limitado, ya que no hay explotación conjunta en curso.
Posibles consecuencias de la suspensión
La suspensión de acuerdos y contratos energéticos podría congelar proyectos que incluyen la explotación de gas y construcción de infraestructura, con un impacto económico poco relevante a corto plazo.
Monaldi señala que era difícil imaginar que estos proyectos se materializaran pronto, dados los efectos de las sanciones estadounidenses y las restricciones políticas actuales.
Alternativas y desafíos para Trinidad y Tobago
El gobierno trinitense bajo la primera ministra Kamla Persad-Bissessar, que asumió en mayo, ha expresado su intención de reducir la dependencia de Venezuela y estrechar lazos energéticos con países como Guyana, Granada y Surinam.
No obstante, el alto costo y la complejidad de construir gasoductos que atraviesen aguas venezolanas dificultan estas alternativas.
Tensiones políticas y militares en aumento
La suspensión de los acuerdos ocurre en un contexto de tensiones crecientes debido al despliegue militar estadounidense en el Caribe y la postura pro-EE.UU. de Persad-Bissessar, declarada persona non grata por Venezuela.
Aunque la cooperación energética ha sido histórica, la necesidad de superar el actual conflicto político y las sanciones norteamericanas es crucial para el futuro de estos proyectos.
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