Denis Mendoza, vive en la calle principal del sector Los Naranjos y es testigo del deterioro constante de la calle. Foto: Níger Martínez

En el corazón de la parroquia Chirica de San Félix, el sector Los Naranjos, una de las comunidades más antiguas de la zona, sufre el desgaste y el abandono que el tiempo ha acentuado. Caminos que alguna vez fueron transitables, ahora se convierten en un obstáculo constante para quienes habitan allí y en las comunidades vecinas.

Los huecos de diferentes tamaños se multiplican en las calles, y cuando la lluvia cae, esas imperfecciones se convierten en pequeños depósitos de agua estancada.

Esta situación no solo dificulta el paso de vehículos y peatones, sino que también deteriora de forma acelerada el parque automotor de las familias que viven en la zona.

La capa asfáltica es prácticamente inexistente, y la maleza no cesa de crecer en los alrededores, dejando a Los Naranjos con calles que se asemejan más a caminos de tierra, como llevan siendo durante más de veinte años.

 

Gobiernos van y otros llegan

Denis Mendoza, vecina y comerciante local que se dedica a la venta de agua potable y componentes químicos para la limpieza, lleva años siendo testigo del abandono.

“He visto cómo la calle principal se ha ido deteriorando sin que la alcaldía ni la gobernación hagan algo por detenerlo”, comenta con un cansancio notable. Para Denis, los problemas de vialidad son solo la punta del iceberg en una comunidad que parece olvidada por las autoridades. “Vamos de mal en peor”, remata, mientras sus ojos reflejan la frustración acumulada de años de pedidos sin respuesta.

Más allá del mal estado de las calles, otro problema grave aqueja a los lugareños: la escasez de gas doméstico. Algunos vecinos revelan que llevan meses sin recibir el servicio, lo que los obliga a costear hasta 20 dólares por una bombona de 10 kilos, sin contar el gasto adicional del transporte para buscarla y llevarla a sus hogares.

Huecos de todos los tamaños que se inundan de agua, luego hacen imposible el tráfico automotor

Falla la luz

Ángel, quien vive a apenas dos cuadras de la entrada principal del sector, afirma que la calidad de vida en Los Naranjos ha desaparecido junto con el asfalto. “No puede caer ni siquiera una garúa porque la luz se va por horas”, comenta con preocupación. Esto afecta a muchas familias que dependen de cocinas eléctricas para preparar sus alimentos, y el impacto se siente especialmente en los niños pequeños que sufren las consecuencias del precario servicio.

Pero no solo la luz falla. El agua potable que llega hasta las casas, según los habitantes, no es apta para el consumo humano, lo que los fuerza a comprar agua filtrada para beber.

Esta falta de agua limpia ha provocado múltiples casos de diarrea en la comunidad, un problema de salud que preocupa a los residentes y que atribuyen directamente a la mala calidad del suministro.

Los vecinos hacen un llamado urgente a las autoridades gubernamentales para que presten más atención a los caseríos urbanos como Los Naranjos, donde la desmejora en infraestructuras y servicios básicos se traduce en un deterioro considerable en la calidad de vida de quienes allí habitan.

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