Berlín.- Con una gran iniciativa cultural de la era de la canciller Angela Merkel, Berlín presentó sus colecciones estatales de etnología y arte asiático, no exenta de polémica por poner el foco sobre el pasado colonial de Alemania y replantear la controvertida devolución de objetos artísticos a sus países de origen.
Hermann Parzinger, el presidente de la Fundación Patrimonio Cultural Prusiano, entidad a la que pertenecen los museos estatales berlineses de los que forman parte los que ahora se inauguran, hizo una solemne promesa al comentar el evento: existe una «disposición básica a la restitución».
Sus palabras no son una novedad, puesto que, en lo que afecta a ese concepto, Berlín ya dio muestras hace pocos meses de que tiene intención de proceder a la devolución de piezas que se obtuvieron en aplicación de una clara estrategia de saqueo por parte de la Alemania del siglo XIX y principios del siglo XX.
Y es que en abril se acordó un calendario para devolver a Nigeria desde 2022 los conocidos como «bronces de Benín», 400 de los cuales están en el Museo Etnológico berlinés, que fueron saqueados por las fuerzas británicas en 1897 y que acabaron en varias instituciones museísticas internacionales.
Sin embargo las autoridades nigerianas exigieron el pasado julio una «devolución completa» y no «sustancial» -como se acordó previamente- de esos bronces, sin someterse a condición alguna la restitución de las piezas, lo que ilustra la controvertida connotación que ese concepto puede llegar a suponer para los nuevos museos berlineses.
Exhibición del «Brutal» colonialismo alemán en áfrica
Las colecciones, especialmente las africanas, exhiben una selección de las piezas que atesoran sus almacenes con una descripción franca que habla en alguna de sus cartelas del «brutal» sometimiento que Alemania practicó en Camerún, Namibia y Togo.
En otro lugar de la exposición se proclama: «El resultado del colonialismo alemán fue desastroso. Los colonizados perdieron su independencia y, a menudo, sus vidas (…) el legado del gobierno colonial afecta a Camerún hasta el día de hoy».
A modo de juego educativo, un pupitre plantea mediante una hipotética historia interactiva a los futuros visitantes de menor edad una situación como la que pudieron afrontar los recién llegados a las colonias alemanas en África pero con la pregunta: «Tú, ¿Qué hubieras hecho en su lugar?».
El análisis del origen de las piezas, una tarea sin cerrar
Los responsables de los museos aseguraron a los medios que se ha investigado la procedencia de todas las piezas que tienen en sus colecciones, aunque admitieron que el análisis de los orígenes de los objetos y las circunstancias en las que llegaron a propiedad alemana no se puede cerrar porque siempre pueden surgir nuevas informaciones.
Andrea Scholz, responsable de cooperación transcultural del Foro Humboldt, reconoció a Efe que esta institución «es un proyecto complicado porque tiene mucha influencia de la política, hay muchas personas que deciden, así que no es tan fácil».
Consideró que la disposición declarada de los nuevos museos berlineses tiene detrás «esta idea de servir un poco como ejemplo para otros museos en áreas como en la que yo trabajo, las colaboraciones transculturales».
¿Ese ejemplo está dirigido a que los responsables de otras instituciones, como el Museo Británico, miren la disposición a la restitución de casos tan emblemáticos como los mármoles del Partenón? En opinión personal de Scholz, «hay que tener un diálogo, no puede ser que se queden para siempre allí».
La que será comisaria de las colecciones americanas, que se exhibirán en el Humboldt Forum desde 2022, aludió a la promesa de Parzinger de proceder como política básica de la casa a las devoluciones de objetos pero admitió que «hacen falta muchos pasos para que esto se haga realidad».
La gran construcción que alberga los museos ha ido abriéndose al público también paso a paso, como consecuencia de las restricciones por la pandemia, acompañada de la polémica por la opción elegida para el continente: una reproducción en pleno siglo XXI de un palacio imperial del siglo XIX.
El coste de la empresa no ha sido menor, pues son unos 650 millones de euros (alrededor de 760 millones de dólares) los que de momento ha engullido la construcción del edificio que obligó a la demolición de uno de los símbolos de la extinta República Demócrática Alemana, el Palacio de la República.
A esa polémica decisión -lamentada por quienes alabaron las virtudes de aquel edificio, emblema de parte de la reciente historia alemana- se agregó la controversia por la mirada crítica con que el Humboldt Forum pone sobre un período oscuro del país justo cuando concluyen, con incertidumbre sobre lo que vendrá, 16 años de Gobierno de Merkel.
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