Pekín.- Desde que el pasado 20 de enero China declaró la guerra al coronavirus, al Ejército Popular de Liberación (EPL) se le encomendó una misión de tintes sacrosantos: coordinar a todo el país y movilizar sus ingentes recursos para hacer frente a la sangría que dejaba la neumonía COVID-19 a su paso.

Entonces, la todopoderosa Comisión Militar Central (CMC) desde la que el presidente chino, Xi Jinping, domina las fuerzas del régimen comunista (Estado, Partido y Ejército) llamó a filas al EPL una vez que su participación era ya del todo ineludible.

Esta vez no se trataba de los habituales simulacros de ataque, olimpiadas militares o inocuas demostraciones de armamento, sino de transportar material y efectivos a Wuhan, la capital provincial de Hubei donde comenzó a propagarse el brote, y una vez allí verificar que se cumplían la cuarentena y restricciones impuestas, distribuir los suministros médicos disponibles o administrar sus hospitales.

Entre ellos figura el de Huoshenshan, construido en tan sólo diez días en base a módulos prefabricados y que se convirtió en paradigma del «milagro chino» y la mejor herramienta propagandística de Pekín de cara a promocionar sus esfuerzos contra el virus.

A principios de febrero llegaban a Wuhan más de un millar de médicos militares en once aviones del EPL la mayor movilización de la Fuerza Aérea del Ejército chino hasta ahora, según la prensa especializada local, una cifra que se fue ampliando hasta llegar a las 2.600 unidades a mediados de mes.

En marzo eran ya 10.000 los médicos militares en Hubei, los cuales atendieron para entonces a unos 4.000 pacientes en 63 hospitales administrados por el EPL, anunció Chen Jingyuan, funcionario de salud del Departamento de Apoyo Logístico de la CMC.

Logística y envío de expertos militares

Además del personal sanitario, el Ejército chino comandó hasta marzo a 260 tropas y 130 vehículos de transporte para que enviasen al epicentro 8.500 toneladas de artículos para el hogar y 23.600 lotes de equipos de protección.

Según la prensa local, los militares encargados de la logística se hicieron cargo de coordinar y repartir los suministros cuando en la ciudad muchos lamentaban la falta de material. No en vano, el EPL juega un rol central entre la sociedad china, y su patriotismo impregna a la propaganda y a la educación en el país hasta el punto de que su presencia es temida y respetada a partes iguales.

«Los soldados son como una familia para nosotros. Han trabajado muy duro y quiero agradecer a nuestro Ejército todo lo que han hecho», escenificaba un paciente, Xu, ante las cámaras de la cadena estatal CCTV, que ha realizado innumerables reportajes de enaltecimiento sobre la labor del EPL desde que comenzó el brote.

Expertos consultados opinan que la importancia de la participación del Ejército chino en este brote reside en la abundancia de recursos que maneja y la experiencia que acumula.

«Los militares gozan de ciertas ventajas y disponen de los mejores materiales. Su uso es común porque el EPL controla los hospitales más avanzados y además tienen los mejores centros de investigación en epidemiología del país», asegura el académico Jean-Pierre Cabestan, director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Baptista de Hong Kong.

De hecho, entre el personal desplazado destacan algunos de sus virólogos más experimentados, los cuales se han dedicado «a estudiar durante años las guerras biológicas», comenta al diario South China Morning Post el analista político Zhou Chenming.

Entre ellos, la epidemióloga y general del EPL Chen Wei, que ha trabajado en laboratorios improvisados de Wuhan para buscar tratamientos para los pacientes. Entre ellos los de plasma, los cuales se empezaron a aplicar a varios enfermos en estado grave que mostraron síntomas de mejoría entre 12 y 24 horas después.

Chen lidera también el equipo de investigación que asegura haber desarrollado con éxito una vacuna contra el virus y que ha recibido la aprobación para comenzar los ensayos clínicos en humanos.

La crisis del Ébola, campo de pruebas para el EPL 

Además, el Ejército chino cuenta con abundantes medios logísticos y de transporte, como la aeronave Yun-20, apodada ‘gordita’ en China por su amplio fuselaje en comparación con otros aviones militares de transporte construidos en el país asiático.

«Han sido capaces de construir hospitales en pocos días al igual que ya hicieron en Liberia durante la crisis del ébola entre 2014 y 2016. Aquello fue un campo de pruebas y aprendizaje para el EPL, es uno de los principales motivos por los que participaron», comenta Cabestan.

La capacidad de China para movilizar recursos y coordinarlos no ha pasado inadvertida a los expertos, lo cual no impide que también sean críticos con la gestión de la epidemia: «El brote se mantuvo en secreto durante un tiempo. El Gobierno local quiso mantener sus actividades, incluso autorizó una mariscada con 40.000 comensales en Wuhan», recuerda el experto.

«Y el Gobierno central estaba informado antes de lo que reconocieron, pero decidió esperar, probablemente con la esperanza de no alterar las migraciones por el Año Nuevo Chino, hasta que el 20 de enero se lanzó la ‘guerra’ contra la epidemia», añade.

Por su parte, el analista Joseph Cheng, coordinador de grupos prodemocráticos en Hong Kong, cree que el desempeño de las autoridades ha reflejado la naturaleza del régimen: «Por una parte, se controla el flujo de la información para proteger al liderazgo, lo cual debilita las demandas de transparencia y obstaculiza el debate, esenciales para encontrar las mejores soluciones».

«Obviamente hubo un enorme retraso entre la detección del brote y la movilización de la nación, al menos de principios a finales de enero», agrega.

No obstante, una vez que el país se puso en marcha, «demostró su eficacia y movilizó todos los recursos disponibles. Han tratado esta batalla como una guerra y eso es algo que los demás países deberían aprender. La concentración de poder es necesaria cuando se libra una guerra», reconoce Cheng.

Cabestan agrega que la situación actual podría generar un efecto secundario: «El desorden en Irán, y en menor medida en Italia o Corea del Sur, convencerá a muchos chinos de que su sistema de partido único es mejor y se adapta mejor a sus necesidades», lamenta.

«De cara al exterior, el manejo de la crisis dañará la imagen de China en el resto del mundo, particularmente en Occidente», concluye el académico, opinión compartida por Cheng, quien cree que las autoridades van a esforzarse al máximo para «persuadir a todos de la efectividad del régimen comunista».

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