Fotografía de archivo, tomada el pasado 4 de abril, de la expresidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, al saludar desde uno de los balcones del Centro de Orientación Femenina de Miraflores, en La Paz (Bolivia). EFE/Stringer

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) decidió suspender al gobierno entrante del Estado Plurinacional de Bolivia, liderado por el presidente electo Rodrigo Paz, argumentando su conducta «antibolivariana, antilatinoamericana, proimperialista y colonialista» como causa principal.

Esta medida busca preservar los principios fundacionales del bloque, que incluyen la soberanía, solidaridad y justicia social en la región.

En respuesta, la expresidenta interina Jeanine Áñez celebró la suspensión como un avance para Bolivia, afirmando que el país ha dejado de depender de «trincheras ideológicas» que limitan su independencia y que ahora se abre hacia una cooperación internacional más amplia.

Por su parte, el presidente Luis Arce criticó duramente las posturas del mandatario electo y los sectores opositores, calificándolos de sumisos y adversarios de los valores del bloque.

La ALBA aclaró que esta suspensión no implica un rompimiento con el pueblo boliviano ni con sus vínculos de cooperación, sino que está dirigida exclusivamente al nuevo gobierno boliviano. Asimismo, destacó el apoyo histórico a Bolivia en áreas como educación, salud, deportes y economía, reafirmando su compromiso con el desarrollo y bienestar de la población.

Este episodio marca un punto de inflexión en la política regional, evidenciando las divisiones en torno a la alineación ideológica y las estrategias diplomáticas dentro de América Latina, y plantea incertidumbres sobre el futuro de Bolivia en los esquemas integracionistas tradicionales.

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