En el suburbio beirutí donde un dron israelí mató el martes a siete personas, entre ellas el números dos del grupo islamista Hamás, Saleh al Arouri, se aglomeran este miércoles equipos de la Defensa Civil, camiones de bomberos y vecinos deseosos de ver con sus propios ojos lo que queda del inmueble objetivo del ataque.
Como suele ocurrir con los bombardeos quirúrgicos, el edificio que albergaba las oficinas del movimiento islamista palestino en el área de Msharafiye permanece en pie y los grandes boquetes causados por el impacto de los misiles conviven con otra parte de la fachada que apenas ha sufrido daños.
Israel, que no ha reconocido oficialmente la acción, iba por el número dos de la oficina política de Hamás, que falleció junto a dos comandantes del brazo armado del grupo y al menos otras cuatro personas.
En el momento del asesinato, ayer por la tarde, el joven Ali se encontraba trabajando en un restaurante de comida rápida ubicado a pocos metros del lugar cuando de pronto escuchó tres explosiones «muy fuertes», una tras otra, explicó a EFE en el mismo establecimiento.
Aunque no vio el dron, el joven de 20 años dedujo enseguida lo que había ocurrido y salió a la puerta del restaurante para encenderse un cigarrillo.
«Sabíamos que había sido Israel, ¡Qué le jodan a Israel!», sentenció Ali, que lleva tatuado en el cuello un fusil de asalto y que no esconde sus deseos de que se abra un nuevo frente de guerra contra el Estado judío desde el lado libanés.
Los suburbios meridionales de Beirut donde tuvo lugar el bombardeo son un importante bastión del grupo chií libanés Hizbulá, enzarzado en un intenso fuego cruzado con Israel a través de la frontera entre ambos países desde el día después del comienzo de la guerra de Gaza, el pasado 7 de octubre.
Normalidad en los suburbios
Los empleados del restaurante donde trabaja Ali barren esta mañana los trozos de cristal que componían una gran vidriera rota a causa de las deflagraciones, un problema que también han sufrido algunos otros comercios de la zona.
En el área están desplegados hoy tanques del Ejército, camiones de bomberos y equipos de expertos que inspeccionan el edificio donde impactó al menos uno de los proyectiles, mientras que al menos otro habría alcanzado a vehículos estacionados frente al mismo.
Una dependienta que pidió el anonimato explicó a EFE cómo cerró la tienda en que trabaja apenas cinco minutos antes de que llegara el avión no tripulado y cómo mientras se alejaba del lugar pudo escuchar una gran explosión.
No descarta que «quizás» se produzcan nuevas acciones de este tipo, pero insiste en que la mayoría de los residentes no tienen miedo.
Esta misma tarde, el secretario general de Hizbulá, Hasán Nasrala, dará un discurso que ya estaba previsto antes del ataque israelí y que será seguido con atención por muchos libaneses temerosos de que lo ocurrido ayer haga estallar la tan temida guerra en el Líbano.
Será la tercera intervención del clérigo desde el inicio de la violencia fronteriza el pasado 8 de octubre, pero la dependienta no cree que la población esté conteniendo el aliento como ocurrió con sus primeras palabras sobre la situación hace ya dos meses.
«Esta vez será más tranquilo, porque la explosión ocurrió ayer y media hora después la gente estaba yendo a restaurantes y cafés; fue muy normal. Creo que la gente confía en él, confiamos en él», concluyó con una sonrisa.
Sin precedentes desde 2006
Otro vecino de estos suburbios de mayoría chií recuerda a EFE que desde la guerra de 2006 entre Hizbulá e Israel «nunca» se había producido un bombardeo en esta región adyacente a la capital libanesa.
Para él, el ataque contra Hamás sí ha traído nuevos miedos y asegura que ayer por la tarde muchos «se volvieron locos» tras escuchar las deflagraciones sin entender qué las había provocado.
«Todo el tiempo hay miedo, porque Israel no tiene amigos. Nadie estaba esperando ese bombardeo, estaban muy tranquilos aquí y de repente escucharon tres explosiones», relató el hombre cerca de la oficina de Hamás.
Hizbulá emitió anoche un comunicado en el que prometía que el asesinato de su líder «no pasará sin respuesta» y hoy continúa la retahíla de ataques cruzados a través de la divisoria, mientras los miedos de los últimos tres meses ocupan un poco más de espacio en las cabezas de los libaneses.
«De repente uno está caminando y de repente echaron la bomba y mataron a siete ayer, ¿te imaginas? Entonces uno tiene que estar ahí andando con cuidado», lamentó el residente.
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