Cuatro años después de que los talibanes regresaran al poder, Afganistán sigue manteniendo cerradas las aulas para niñas y mujeres, convirtiéndose en el único país del mundo que les niega el acceso a la educación secundaria y universitaria, algo que los organismos internacionales piden no olvidar.
Según la UNESCO, casi 2,2 millones de niñas están actualmente excluidas del sistema educativo más allá de la primaria, una situación que su directora general, Audrey Azoulay, calificó este fin de semana como «profundamente preocupante».
Desde agosto de 2021, cuando las tropas estadounidenses completaron su retirada del país, las autoridades talibanas han impuesto restricciones estrictas sobre quién puede asistir a la escuela y bajo qué condiciones.
Las escuelas secundarias y universidades para mujeres permanecen cerradas, y las normas del régimen exigen la segregación de sexos, códigos de vestimenta estrictos y un control exhaustivo de los currículos educativos, con un énfasis marcado en la instrucción religiosa y la narrativa talibana.
Dentro del propio régimen, el viceministro de Asuntos Exteriores, Abbas Stanakzai, ha mostrado una postura en ocasiones crítica hacia estas políticas. Participante en los Acuerdos de Doha de 2020, que incluían promesas sobre derechos de mujeres, ha insistido en diversas ocasiones en otra postura.
«Hoy, entre una población de 40 millones, estamos siendo injustos con 20 millones de personas (…) Las hemos privado de todos sus derechos; no tienen derecho a heredar, ni voz ni voto… no se les permite estudiar, no se les permite asistir a las mezquitas, se les cierran las puertas de las universidades y escuelas», declaró, según recogen medios locales como TOLO News.
Por el contrario, Neda Mohammad Nadeem, el ministro interino talibán de Educación Superior, ha defendido la política del régimen, afirmando que «la investigación de los académicos continúa. Si sus conclusiones demuestran que la educación de las mujeres en esta modalidad es admisible, creemos que, en ese caso, se concederá la autorización».
Los propios estudiantes reflejan la desesperanza de esta situación. «Nada de lo que los talibanes dicen sobre educación es cierto. Han prohibido la educación para mujeres y no se puede esperar esperanza de ellos», contó a EFE Nazo, de 17 años.
«La comunidad internacional no considera realmente a las mujeres afganas como seres humanos. Si lo hiciera, habría dado al menos un paso en estos cuatro años», agregó Madina, de 16 años.
Otros informes internacionales respaldan la gravedad de la situación: según UNICEF, si la prohibición persiste hasta 2030, más de cuatro millones de niñas podrían perder su derecho a la educación secundaria y universitaria.
Amnistía Internacional subrayó esta semana que la exclusión se ve reforzada por la desarticulación de instituciones que protegían los derechos de las mujeres, ahora sometidas al control del régimen, mientras la vida cotidiana en Kabul refleja una nueva realidad: negocios cerrados, prohibición de la voz femenina y estrictas normas de vestimenta que marcan el ritmo bajo la ley de la sharía.
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